Los misterios siempre habrán de invocar a la explicación. Y cuando no es posible observarlos, se imaginan. Se miran con ese otro ojo de la mente que construye su criterio con recuerdos, con lo que hay. El ritual de la muerte en México, el 1 y 2 de noviembre, es esa clase de misterio que, por un lado, se observa y se ejemplifica con símbolos pero por otro se imagina construyendo canales hacía el pasado.
La costumbre popular de ofrendar a los muertos en estas fechas es tan antigua como la propia civilización que antecedió la conquista y poco más. Incluso, hubo quienes afirmaron que el mexicano ha vivido y dormido con la muerte desde hace mucho tiempo. Se ríe con ella y se ríe de ella. Lo espera ella sentada en cada esquina; el mexicano lo sabe por eso es tan imprescindible ofrendarle cuando se puede.
Pero, volviendo a los símbolos, es preciso recordar que las antiguas culturas mexicanas contemplaron y estudiaron la naturaleza para atestar de significado a los que serían sus próximos símbolos de vida –uno de los más fuertes es por su puesto la muerte. Por eso es que no puedes encontrar más verdad sobre México que en sus símbolos, sus verdades cósmicas. No se puede ignorar la costumbre (un mero instrumento que conduce al símbolo) pero sobre todo no hay probabilidad de olvidar lo importante que es respetar estos símbolos para nuestra cultura.
Durante los Días de muertos, las calles de México –aún presumiendo su apabullaste globalización– se atavían de gran significado, la más elegante es sin duda la ofrenda.
La ofrenda mortuoria posa sus raíces en las danzas y los llamados cantos de lamentación que culturas como la azteca llevaban a cabo al respecto de sus muertos. Se oían pronunciar estos “lamentos” armónicos comúnmente cuando los guerreros morían; las viudas y los hijos salían de sus casas al sonido de ellos, y proceder a realizar un pequeño ritual que involucraba las armas del difunto, su vestimenta y sus insignias. Algo como lo que hoy se acostumbra cuando las pertenencias del difunto se colocan sobre una ofrenda.
Los guerreros muertos estaban vivos gracias a este ritual, que entre otras cosas celebraba el regreso de los guerreros a la “dimensión telúrica”, el origen. Luego de cuatro días de baile, los cuerpos eran sometidos a un proceso de amortaje para convertirse en bulto. Aquí iniciaba la ofrenda de alimentos.
Con la ofrenda se da por sentado que existen tantos símbolos como ingredientes folclóricos en ella; un ritual que eleva su importancia a la que se tiene por los difuntos queridos. Desde aquél entonces y hasta hoy en día –a unos 500 años de la colonización y la mezcolanza de culturas–, la ofrenda sigue teniendo por fin elogiar y alimentar a los muertos.
Algunas de las insignias más populares de la ofrenda y su traducción son:
Comida
Generalmente la favorita de los difuntos. También pueden agregarse placeres mundanos como los cigarros o el alcohol, si estos eran del agrado del fallecido. La tradición ha permitido mantener platillos típicos mexicanos como el mole con arroz.
Flores
Especialmente la flor de cempasúchil. Sirve de guía para los muertos de regreso al más allá.
Copal
Purifica. El copal también sirve de alimento a los espíritus, de guía a su regreso al más allá y ahuyenta las malas energías.
Veladoras (fuego)
Papel picado
Un puente entre la vida y la muerte.
Calaveras
Ya sea de azúcar o de chocolate, representan el espíritu de cada difunto de la familia.
Pan de muerto
Sirve de alimento a los espíritus. Antiguamente este alimento no existía, pero en su lugar se contaba con el sacrificio del corazón de una joven que posteriormente era introducido a una olla de amaranto hirviente.
Cruz de cal, semillas o flores
Son los cuatro puntos cardinales que antiguamente se asimilaban a las cuatro deidades de los cuatro elementos.
Imagen del difunto (o de un santo devoto)
La mezcla de culturas ha permitido que la devoción de las antiguas deudas haya cambiado de nombre. Hoy en día muchas ofrendas posan en su cúspide la imagen de un santo a quien se le reza para que interceda por sus difuntos. En otras ocasiones se expone la imagen de los difuntos ofrendados.
Sal
Para purificar las almas de los niños.
Vaso de agua
Para calmar la sed del espíritu.
Como bien se observa, en cada ofrenda se representan los elementos naturales (agua, tierra, fuego, viento; vaso con agua, semillas y flores, veladoras y papel picado respectivamente), justo como se hacía en épocas antiguas. El símbolo que es la ofrenda, es un reflejo de una ley cósmica que hasta la fecha hemos comprendido imaginando recuerdos, un símbolo que se dice eterno porque ha nacido de una verdad universal: la muerte.
*Imágenes: 1) Roberto Robles – Flickr / Creative Commons; 2) Damián Rondana – Flickr / Creative Commons; 3) Ivan Hernández – Flickr / Creative Commons; 4) Miguel Arzola – Flickr / Creative Commons