Se asoma la nostalgia en nuestro sentir, cada vez que recordamos cuántas tradiciones del México eterno hemos sepultado bajo la duda y el olvido. Las más prístinas recogen una sabiduría exquisita, que solo ha podido compartirse adecuadamente tras el conocimiento oral y la práctica; el ritual. Porque el que es mexicano sabe y siente la necesidad de crear de su vida un ritual.
En este sentido, resulta conveniente recordar que los cultos prehispánicos no se limitaban a una ceremonia especial. Se realizaban todos los días –cada alba era efecto de sacralidad– se encontraba delirante y objeto de filosofías los detalles, las señales y los instantes, y se era agradecido por contemplarles. El paso de la vida, tan sagrado como el salto a la muerte; la infinidad de los destinos superpuestos en la ruleta de lo eterno que es Nahui-Ollin y los dones humanos –perdidos en este mundo y, esperando a ser encontrados– solo una extensión de la voluntad del espíritu. Estos dones, en particular, han tenido gran relevancia a nivel cultural porque fueron capaces de conquistar el tiempo para llegar hasta nuestros días.
Dones y habilidades portentosas del brujo curandero
Hoy en día se oyen resonar desde una montaña, un cerro, un pueblo o un rincón de México, algunas de las habilidades más increíbles heredadas de la tradición ritualista prehispánica. Llámense chamanes, sacerdotes, curanderos, brujos, hierberos o hermanos; aquellos, que son capaces de manejarlas con sensibilidad portentosa, logran lo que un hombre del siglo XXI no se espera.
Precisamente estos hombres y mujeres de conocimiento (mismos que el Dr. Jacobo Grinberg Zylberbaum llamaba “psicólogos autóctonos”), han demostrado poseer el control total de una serie de dones derivados del dominio, también, de otro plano de conciencia. Diría Grinberg Zylberbaum, una “conciencia de unidad”, donde todos los seres vivos estamos conectados bajo el mismo entendimiento. Algunos de esos dones que operan estos grandes sabios implican la clarividencia, el control del clima y otros elementos naturales, la capacidad de canalizar energías en dirección adecuada y derivado de esto, la curación física, mental y espiritual, que para este texto interesa.
Como es bien sabido por todos los interesados en materias del espíritu, en México existe una práctica altamente eficiente para reconfigurar mentes, armonizar energías y más extraordinario aún, reconstruir partes de nuestro cuerpo que fueron gastadas o no encuentran armonía con sus otros elementos. Derivado de una serie de recetas médicas prehispánicas, las limpias mexicanas han probado ser esa práctica eficiente para curarnos.
Limpias y procesos rituales para sanarnos
Una limpia es un proceso ritual que tiene un impacto en nuestra materia inasible: el espíritu. Un curandero preparado guía el proceso y, con ayuda de diversos instrumentos, interviene la materia espiritual de un paciente para purificarla. Dichas herramientas pueden ser flores, hierbas y otras plantas (algunas de ellas enteógenos); aceites y aguas florales (o simplemente agua virgen), aire, piedras, huevos, vasos de cristal, incienso, trapos, velas, cantos y letanías para armonizar y conjurar, música y muchos otros más.
Las limpias son solicitadas, también, para diagnosticar. El curandero puede hacerlo de distintas formas: se ayuda de métodos de adivinación como la clarividencia; la lectura del cuerpo, de la mente y del espíritu o de la milenaria práctica de entrar en trance.
Otra particularidad de las limpias es su facultad de protección. En algunos casos, las limpias pueden llegar a fungir como sesiones para elaborar escudos; defensas energéticas contra las malas intenciones, los malos espíritus, e inclusive las malas decisiones.
Finalmente encontramos una especie de limpia derivada de los llamados masajes fluídicos o espirituales. Es una técnica que conecta el mundo fluídico –el espiritual, el de la energía– con el nuestro. En el mundo físico, los fluidos poseen la habilidad de tomar la forma de sus recipientes. En el mundo espiritual es igual: un elemento fluídico se amolda a nuestro cuerpo, interactuando con nuestro pensamiento y carácter. De condición neutral, pura, dicho fluido (energía) puede llegar a empaparse de cualidades negativas o positivas en el mundo material. Para devolver su pureza a nuestros fluidos, es necesaria la intervención de otro elemento fluídico (un espíritu; la energía del curandero o médium) que actúe para un debido proceso de sanación. Se trata d una técnica tan ancestral como actual (aunque su nombre ha mutado en numerosas versiones, pero finalmente se trata de una limpia).
¿Qué provoca la enfermedad?
El ancestro del mexicano tenía la certeza de que todo en el mundo poseía un espíritu. De manera que se le pedía a cientos de ellos su intervención para generar buenas cosechas, hacer llover o resolver enfermedades y desgracias. En este caso, los espíritus del aire eran quienes concertaban las enfermedades. En la actualidad no se difiere mucho de este pensamiento: la enfermedad es el efecto de malas voluntades. Espíritus nocivos que en muchas ocasiones son enviados consciente o inconscientemente por otras personas. De ahí que las limpias sean fundamentales para curar insospechadas afecciones como el mal de ojo, el mal de aire o el susto (pérdida de la sombra). Otra creencia sustenta que son los no vivos (personas que han dejado el mundo físico pero no han logrado cruzar a otro plano) quienes, sin la conciencia, pueden llegar a enfermarnos. Entre los curanderos que sostienen esta creencia, se piensa que hay más espíritus descarnados en la tierra que vivos.
México y sus espíritus
El hecho de que el mexicano tenga la facultad de acudir con espíritus para sanarse, protegerse y recordar su origen para entablar su destino, es una de pocas cualidades prehispánicas e importantísimas que han permanecido íntegras hasta nuestros días. Un caso famoso es el de la curandera Pachita, en la Ciudad de México, una mujer médium que aproximadamente en los años 50 y 70 entraba en sueño profundo para permitir que los “hermanos” –seres espirituales del mundo prehispánico, elegidos para regresar al mundo a curarnos– entraran en su materia.
Hoy en día innumerables casas de oración alrededor de la República Mexicana practican estas curaciones al igual que Pachita; como un especie de mediums, curanderos altamente preparados que pueden o no incurrir en una intervención quirúrgica de carácter invisible, descodificar y alinear las lagunas mentales y devolver el sosiego al espíritu.
Limpias, rituales, ceremonias, curaciones de espíritu a espíritu. La palabra es distinta, la intención una sola. A raíz de una fascinación por estos ritos poco informada, aunada a un sincretismo de pensamiento moderno, muchas personas suponen la sacralidad de estos actos como falsa. Por ello es que la mayoría de estos grandes hombres y mujeres de conocimiento han decidido evitar las malas voluntades y permanecer en secreto con una humildad envidiable. Y así lo hacen –como todos los fascinantes secretos de cultura–, inmersos en el silencio de una hermosa tradición, imposible de fundamentar, pero dispuesta para quien quiera tomarla.
A pesar del impacto que ha tenido la transformación global en México en cuanto a costumbres se refiere, la historia encuentra impresionante el hecho de que, aún en los tiempos modernos nuestro territorio no olvide sus raíces. Esa exquisita cosmogonía del día a día que no deja de hacer eco en nuestro pensamiento, sabiéndose oculta bajo dioses católicos, pero siempre muy presente desde los tiempos del hombre tolteca y quizá mucho más atrás.
*Imágenes: 1) Archivo de John y Colette Lilly. Tomada de la exhibición “Niérika” 2) Raymonde Carasse; 3) Cauldron Craft Oddities; 5) Gloria Gallardo