La magia de nuestra comida no es ninguna fantasía, aunque deviene absolutamente de su sensualidad. Pocas cosas apelan a nuestros sentidos de forma tan intensa como nuestros complejos platillos. Entre suspiros de picante, gemidos de deleite, manos manchadas de salsa, es inevitable involucrarse completamente en el acto tan evidentemente físico. Y tal vez, entre todas las muestras de nuestro ingenio culinario, el mole bien podría ser considerado, la máxima expresión.
Su historia, sus cualidades físicas, su composición química, su inmensa complejidad lo transforman en una perfecta analogía de nuestra tierra. Dice Enrique Olvera, hombre que fantasea y juega delicadamente con nuestra comida, que el mole es caos. Que cada uno de los ingredientes que componen su complejo entramado está dispuesto a renunciar a sí mismo para convertirse en mucho más que la suma de sus partes. Que el mole es una fiesta en la boca (aunque bien pudo decir orgía y nos tendría igualmente convencidos).
Su oda al mole fue finamente retratada en un episodio de "Chapters of Food", brillante proyecto audiovisual de Nowness que explora y celebra de manera polisémica la existencia de algunos de los alimentos más queridos del planeta. Al mole le dedica un sueño de Enrique Olvera, narrado en sus propias palabras y deliciosamente ilustrado por Barbara Anastacio, a la manera de Luis Buñuel (haciéndole también un pequeño homenaje).
En la representación ofrecida, vemos un precioso ensayo que argumenta que el mole es una metonimia perfecta de la diversidad que articula a México. Mole no hay solo uno, aunque el "mole madre" de Enrique Olvera, un mole negro que se renueva en un extraño proceso de fermentación y es alimentado constantemente con mole fresco se quiere perfilar como el mole de moles o "mero mole".
La cosa es que moles hay de dulce, chile y pozole, no literalmente, claro, pero sí es absurda la cantidad de versiones del platillo y, al interior del mole como concepto, es aún más impresionante la cantidad de ingredientes que pueden llegar a componerlo (a veces hasta 100).
Este entretejido de sabores, termina en una textura terrosa, como de un sensual y aromático lodo, que alimenta cada rincón del cuerpo. Por eso el mole es una fiesta, una eterna celebración. Y por eso el mole es mujer: un sujeto que te envuelve de calores, de placeres, pero con una insistencia maternal y absolutamente irreprochable.
El mole es complejo, no tiene solo una cara, es flexible, es migrante, es fértil, es tierra de nuevos moles y la única manera de disfrutarlo es embarrándose, dejándose seducir hasta el final. Aunque pique. Aunque manche. El mole es México.