"Dios los cría y ellos se juntan". Según el sitio de internet Centro Virtual Cervantes, esta popular frase "Alude con cierta ironía a la inclinación natural que lleva a juntarse a los de un mismo genio y temperamento". Dejando a un lado las connotaciones negativas que usualmente se le da a este refrán, en lo particular lo utilicé como preámbulo de este escrito por la historia que les narraré a continuación:
Soy diseñador gráfico de profesión, aunque dada mi actividad en las redes sociales muchas personas tiene la idea de que estudié arqueología lo cual es erróneo. Sin embargo, esta disciplina es una de mis grandes pasiones.
En unas de mis anteriores entregas que lleva como título "La Pulquería", mencioné brevemente mi afición por hurgar visualmente en las paredes de viejas edificaciones en busca de piezas prehispánicas que han sido reutilizadas como material de construcción… Y es por esta razón que de inmediato sentí una profunda empatía por los objetivos del proyecto arqueológico Tecuhnenenque.
En abril del año 2013, se dan los primeros antecedentes de este proyecto a raíz de la inquietud de un grupo de estudiantes de la ENAH (hoy todos ellos egresados) por realizar una actualización del registro de los sitios arqueológicos ubicados dentro del territorio de lo que hoy se conoce como la CDMX.
Al cabo de unos meses de estar actualizando dicho registro, los entonces estudiantes Ramón Folch, Neftali Galván y Roberto Palacio, se dieron cuenta de que había muchas otras piezas adosadas a muros o fachadas de diversas edificaciones, pero que éstas no estaban clasificadas, ni mucho menos registradas. Fue aquí cuando les surgió la inquietud de recorrer todas las iglesias antiguas de la ciudad y todas las calles de los pueblos originarios de esta gran megalópolis, escudriñando en sus muros y fachadas, obteniendo permisos para subir a sus cúpulas y torres y un sin fin de ubicaciones más, para localizar piezas sueltas que no se encontraban registradas en ningún catálogo… Tarea verdaderamente titánica y que merece todo mi respeto y admiración por los minuciosos ¡y agotadores! recorridos a pie que esto implicaba.
Pero esta aventura -¡como toda gran empresa humana!- necesitaba de un nombre para distinguirse… y fue así como los alumnos de arqueología decidieron llamar a su inquietud como Proyecto Arqueológico Tecuhnenenque (PAT).
Tecuhnenenque es un vocablo que proviene del náhuatl, de las raíces Tecuhtli: señor, y nenenque: caminante. Lo que se traduciría como “los señores caminantes" ó "los señores viajeros". ¡Gran título para un proyecto como éste que implica largos y abrumadores recorridos!
Los antiguos Tecuhnenenques eran una especie de élite entre los clanes pochtecas (comerciantes viajeros) ya que a ellos les correspondía recorrer las rutas más largas y peligrosas; encomienda que realizaban muchas veces bajo las directrices del propio tlatoani azteca.
Debo confesar que al enterarme de su proyecto me invadió una gran curiosidad por el mismo pues yo también sentía una extraña atracción por algunos vestigios que había visto incrustados en ciertos muros… ¡Pero nunca supuse que se pudiera encontrar tal cantidad de piezas!.
A raíz de esto, ya en algunas ocasiones he tenido el gusto de acompañarlos en sus agradables recorridos, de unirme a ellos en su misión de "rastreo"… y de aquí el refrán que da inicio a esta historia: "Dios los cría y ellos se juntan". Así tuve la gran oportunidad de acompañarlos a la comunidad de Mixquic en donde, durante el primer recorrido (que se muestra en el video que acompaña esta líneas) localizamos varias piezas sueltas…
Sin embargo, ¡una tarea como esta no se puede cubrir en un solo día!. Ramón, Neftali y Roberto han regresado en otras ocasiones a Mixquic y hasta el momento han podido localizar entre las calles y muros de esta comunidad célebre por sus "festividades de día de muertos", un total de 38 esculturas y poco más de 150 piezas conformadas como elementos arquitectónicos.
Ahora bien, lector: imaginemos todo lo que aun resta por descubrir y catalogar en el territorio de la CDMX… Ahora, tengamos en consideración que en los sitios donde hoy se yerguen antiguas iglesias del siglo XVI, usualmente se encontraban templos prehispánicos cuyas rocas talladas fueron reutilizadas para la edificación de los templos en honor al nuevo Dios. ¿No es acaso una tarea verdaderamente titánica?.
Definitivamente el Proyecto Arqueológico Tecuhnenenque contribuye a catalogar ese museo viviente que existe en infinidad de calles y edificaciones de nuestra querida CDMX, pero que muchas veces, con lo agitado de la vida moderna, pasa desapercibido para la mayoría de nosotros.
Así pues, amigos lectores: Si en estas festividades del Día de Muertos tienen el deseo de visitar Mixquic (¡y la suerte de poder llegar, pues se abarrota en estas fechas!), no olviden dar un paseo por sus calles… ¡Quizá se encuentren muchos tesoros aun por descubrir!
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