[…] el género es una especie de imitación, para la cual no hay original.
Judith Butler
El arte y –especialmente– su historia, continúan siendo campos donde el género importa y la figura femenina continúa invisibilizada. Desde la historia más oficial se expone poco sobre el arte mexicano más experimental y menos se dice sobre las mujeres que lo desarrollaron. Pero, hoy estamos inmersos en otro momento de radicalidades y, con vistas a ello, se ha propuesto la exposición "Radical Women: Latin American Art 1960-1965" en Los Ángeles.
México 1960-1970: buscando otra forma de ser mujer
Las décadas de los 60 y 70 fueron momentos radicales de transición. En una sacudida cultural muy similar a la que estamos experimentando en la contemporaneidad, la conciencia política empezó a permear la forma de vivir cotidianamente, especialmente entre los grupos jóvenes. Las ideas de cada persona se manifestaban en expresiones cada vez más arriesgadas para la época, como la forma de vestir, de traer el cabello y de comportarse. El estereotipo bien definido de lo que era ser mujer, ser hombre, ser joven, estaba llegando a un punto de quiebre. En México, las manifestaciones de los estudiantes y la consolidación de los grupos feministas también fueron notables, y mucho.
Y, aunque la búsqueda de la identidad no es exclusiva de una época, durante esas dos décadas el contexto ameritaba preguntarse si eso que nos decíamos ser, era efectivamente lo que queríamos ser. Para algunas mujeres mexicanas estaba muy claro que la forma en la que estaban viviendo era resultado de políticas, creencias y visiones del mundo que no las representaban. Pero volver a definirse, ser otras, no sólo es un ejercicio introspectivo, también una lucha manifiesta para poder ser distinta en una sociedad que se resiste al cambio. El arte —que para entonces había abandonado casi todos sus intereses clásicos y buscaba jugar y experimentar con nuevos medios, formatos y reflexiones— se convirtió en una herramienta, casi un arma, para incidir en la estructura social y abrir paso a una conceptualización distinta sobre el "ser mujer".
Preguntarse por la identidad femenina es cuestionar toda forma de identidad
Por otro lado —como demuestran algunas de las artistas que serán exhibidas— la pregunta sobre la identidad femenina mexicana, es sólo signo de un desplazamiento mucho más grande, que tiene que ver con la forma de comprender la identidad en general. No sólo se habla de género, se habla de nacionalismos, se habla del color de piel y de la clase socioeconómica. Algunas artistas mexicanas de los sesentas y setentas, pusieron su identidad femenina en los márgenes, jugaron y experimentaron con ella, hicieron todo lo posible por reivindicarla a través de un empoderamiento decisivo. Además, utilizaron ese impulso para preguntar por los pueblos indígenas, por los migrantes e incluso por la identidad masculina.
Tres artistas mexicanas que transformaron el panorama radicalmente
Una de las artistas expuestas es Lourdes Grobet, mexicana que luchó para formar parte del mundo del arte, a pesar de haber sido criada por una familia muy conservadora. Grobet dejó de pintar murales religiosos para experimentar con diferentes técnicas pictóricas contemporáneas. En algún momento de su carrera dio con la fotografía y muchas de sus piezas retratan el universo de la lucha libre, expresión cultural que no había formado parte de los libros de arte y mucho menos de historia, por tener orígenes populares.
Una de sus contemporáneas, Carla Rippey, es la primer mujer en ser directora de la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado "La Esmeralda", la escuela de artes plásticas y visuales más relevante del país. Su obra también destaca por la mezcla de técnicas, desafiando los convencionalismos del arte mexicano más institucionalizado. Esta mezcla podría ser considerada metáfora de uno de los temas que ha trabajado: la migración.
Otra mexicana que resalta en la exposición es una que, afortunadamente, sigue dando mucho de qué hablar. Mónica Mayer es una de las precursoras del arte feminista latinoamericano. Además de destacar como activista, sus piezas son poesía doliente. "El tendedero", además de ser una de las más famosas, sigue siendo ejecutada en muchísimas partes del mundo. La idea básica consiste en invitar a mujeres a escribir un relato propio sobre violencia de género y colgar el texto en un "tendedero", donde se pueden explorar las historias de otras tantas. La pieza ha producido un archivo considerable, que sirve como evidencia de la necesidad de seguir trabajando en el tema de género.
Reivindicar a una identidad es luchar contra la estética del cuerpo. Esto no quiere decir nada más pelearte con la forma en la que tus contemporáneos hacen arte, también se trata de no permitir que un solo grupo dicte cómo deben ser las personas -precisamente, cómo deben vestirse, traer el cabello, comportarse, pensar. Estas mujeres lucharon para materializar en el imaginario mexicano formas distintas de ser mujer y ser humano. Por ello, no deben ser olvidadas.