La enorme curiosidad que nos provoca el espacio nos ha llevado a hacer cosas absolutamente magníficas. Aunque de esta entidad solo podemos esbozar algunas premisas y lo que observamos es apenas un fragmento infinitesimal, el universo nos cautiva y la urgencia que tenemos por aprehenderlo no se agota.
Y México no se ha quedado atrás en eso que llamamos la "carrera espacial". Aunque el término tiene un origen muy extraño —pues se refiere a la carrera entre Rusia y Estados Unidos por conquistar, por lo menos conceptualmente, el "espacio exterior" a la Tierra— y una connotación de orgullo nacional que francamente es paradójica —considerando, precisamente, que la humanidad entera no es nada en comparación con el universo.
La cosa es que hemos participado más de una vez del romance tecnocientífico que guarda nuestra especie con el cosmos. Como se explica en este artículo de El Universal, todo comenzó en los años cuarenta, cuando un grupo de ingenieros del Instituto Politécnico Nacional realizaba pruebas con sistemas de propulsión en suelo mexicano. Gracias a este experimento se inauguró la Comisión Nacional del Espacio Exterior en 1962.
En 2010 se creó la Agencia Espacial Mexicana, que, desde 2015, comenzó un proyecto junto al Instituto de Ciencias Nucleares de la UNAM. El objetivo es mandar un robot 100% a la Luna. En 2021 este sueño se hará realidad.
¿Un robot mexicano en la Luna?
Sí, a lo largo de 4 años, estudiantes e investigadores de distintas disciplinas en la UNAM han colaborado en el proyecto "Montaje Autónomo de Estructuras sobre la Superficie Lunar". Lo que mandarán son, de hecho, nueve robots que, al llegar al apreciado satélite que orbita en torno a nuestro planeta y ser expulsados en su superficie, podrán ensamblarse de manera autónoma, formando un panel solar.
El asunto no es cualquier cosa. Este avance podría aportar muchísimo a la investigación que se ha hecho sobre la edificación de estructuras en la Luna. Los robots mexicanos que, por cierto, no pesan más de 40 gramos y, apenas tienen 8 centímetros de altura y 8 de diámetro, son capaces de reconocerse, conectarse entre sí y autoensamblarse.
Más importante, tienen la capacidad de funcionar en un ambiente muy hostil. Los 150 jóvenes estudiantes responsables de estas piezas de tecnología hicieron pruebas con ellos en una "reconstrucción de la superficie lunar" y reconstruyeron el sector de la nave que transportará a los robots, para adecuar el diseño.
Si todo sale como se espera, México podrá presumir que llegó a la Luna, aunque —nuestros antepasados lo sabían bien — la conexión entre nuestra tierra y el cuerpo celeste siempre ha sido profunda, divina e indeleble. No en vano México es llamado ombligo de la Luna.