Cuentan que el "Chimalli" —un exquisito escudo mexica— fue confeccionado en Tenochtitlán; pero que abandonó nuestras tierras después de la Conquista, pues el emperador Moctezuma lo obsequió a la Corona Española.
Tres siglos después, por encargo de Maximiliano de Habsburgo, la codiciada pieza volvió a México; pero pocos han podido poner sus ojos sobre ella, pues su delicada naturaleza la vuelve extremadamente frágil, susceptible al ambiente y, simultáneamente, extremadamente valiosa.
Sin embargo, después de 20 años de estar perfectamente almacenada, con un poco de suerte podrías apreciar el "Chimalli" en el Castillo de Chapultepec, pues será exhibida al público en el marco de la conmemoración de los 500 años de la llegada de Hernán Cortés a México.
La historia de esta pieza es elusiva y sorprendente, pues se sabe que es la única que ha cruzado dos veces el Atlántico (la primera vez cuando se la llevaron a Europa y, después, cuando la devolvieron). Poco se sabe sobre su origen, se sabe más sobre su composición y su significado.
En náhuatl "chimalli" significa escudo, pero se sospecha que este es para usarse como símbolo y no como una herramienta de guerra, porque está fabricado con pieles de conejo, venado y ocelote y decorado con plumas de quetzal, colibrí, loro y pato; estas decoraciones estaban montadas en un entramado de de hilos de agave y algodón y la base es de bambú. Además tiene regiones teñidas con grana cochinilla.
Es de una riqueza inmensa, en ese sentido. Particularmente hoy, momento en que casi todas estas extravagantes especies (algunas enteramente endémicas) que prestaron piel o plumaje para dar vida al escudo, están en peligro de extinción.
"Por ser de piel de ocelote, nos hace pensar que era para alguien en especial. Tuvo que ser para alguien en las clases sociales elevadas, cercano al palacio real, o incluso para el emperador. No es un objeto común", dijo la arqueóloga Laura Filloy Nadal a El País.
Los investigadores del INAH suponen también que antaño la pieza estaba decorada con láminas de oro y piedras preciosas, pero que estas se pudieron haber perdido entre la ida y la vuelta. No es extraño que el "Chimalli" seduzca así la mirada contemporánea y provoque tanta admiración: se sabe también que como esta pieza solo quedan otras 3 en el mundo y solo la mencionada se halla en tierras mexicanas.
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Pero ¿serán su unicidad y exquisitez lo que nos vuelve cómplices de esta fiebre que busca saber más sobre el pasado a través de los restos orgánicos de un escudo ritual? Tal vez se trata de otra cosa.
Tal vez lo que buscamos en el "Chimalli" es un origen rastreable, una pista sobre nuestra propia historia, una excusa para identificarnos con un pasado concreto, un signo brillante del lugar de dónde podríamos provenir. Y esa fuerza, aunque sea reflejo de una necesidad contemporánea y no del poder divino del escudo de Moctezuma, definitivamente es sagrada.
El "Chimalli" estará presente por un breve tiempo (hasta el mes de mayo) en el museo del Castillo de Chapultepec en la primera sección del bosque.
*Fuentes:
"Chimalli, el escudo azteca que volvió de Austria", Sonia Corona para El País.