Como Dios creador y protector –además de representación cósmica de la serpiente que aprende a volar, de la serpiente como cuerpo físico y obstáculo, y de las plumas como filosofía espiritual innata–, Quetzalcoatl fue uno de los dioses más destacados del politeísmo prehispánico. Considerado durante milenios una deidad que mostraba la dualidad del ser en cuanto construye y destruye, el prolífico arquitecto mexicano Javier Senosiain decidió germinar El nido de Quetzalcoatl, un fantástico conjunto arquitectónico en honor a esta famosa divinidad. Y por fantástico, se entiende que se trata de una estructura surreal que erige a través de formas orgánicas, colores y materiales, un espacio impredecible de la naturaleza inspirado en los impulsos primigenios del mismo hombre y el medio ambiente.
Senosiain advierte que a través de está “arquitectura orgánica“, intenta concebir un ambiente biológico en el que el ser humano pueda convivir en espacios destinados a la naturaleza. Su nido de Quetzalcoatl, consta de 16.500 metros cuadrados, mismos que están distribuidos en jardines y diez apartamentos privados. En sus áreas verdes, se conjugan estanques, escalinatas y una serpiente diluida entre escenarios de robles en la que es posible entrar por la boca.
Otro dato fascinante de esta obra es que mantiene un perfil sustentable, ya que no altera el espacio natural de la zona; el camino laberíntico de la serpiente, por ejemplo, fue creándose conforme a la vereda del paisaje y la boca de la serpiente es en realidad una cueva que yacía en el espacio. El nido de Quetzalcoatl no es un sitio público más sin embargo existe la posibilidad de pedir permiso a sus dueños para entrar a admirar cada uno de sus monumentos.
Para Senosiain, la clave de una excelente calidad de vida está sin duda en apropiarse de los espacios naturales y permitir que éstos se apropien de nosotros.
*Imágenes: Javier Senosiain