Durante la etapa lítica, en los primeros años de ocupación humana en el territorio mesoamericano, el hombre observó las características de los animales, los clasificó, les asignó atributos de seres terrestres y acuáticos que protegen o dañan; animales de frío, de calor, etcétera. En la mente humana, los animales adquirieron categorías con poderes sobrenaturales, espíritus con capacidad de proteger o destruir.
Fue así que durante la época prehispánica, las culturas mesoamericanas que se desarrollaron en el occidente de México, expresaran su relación con los animales a través de la cerámica. Se trataba de una manera de manifestar su pensamiento a través de vasijas zoomorfas según fuera la ocasión circunstancial.
Por ejemplo, se han encontrado numerosas imágenes de perros como parte de ofrendas en los entierros. Sin importar si estaban sentados, parados, con el cuerpo cubierto de pústulas, paralíticos, invadidos por alacranes, jugando, abrazándose o con una máscara humana, estas vasijas con figuras de perros acompañaban el alma del difundo a lo largo de su viaje por el inframundo.
Los estudios de biología molecular han demostrado que el perro mexicano se derivó del lobo gris –Canis lupus– euroasiático, el cual arribó al continente americano hace más de 10 mil años. Posteriormente, ocurrieron diversos procesos genéticos y adaptativos que dieron origen a por lo menos cinco razas:
Canis lupus-familiaris o Loberro. Se asoció principalmente al monolito de la diosa Coyolxauhqui. Fueron empleados con fines rituales, pues se consideraba que portaban fuerza divina del lobo dentro de un cuerpo manejable por la gente. Fue alimentado con una dieta abundante, rica en carne y cuidado para que estuviera en óptimas condiciones de salud al momento de ser sacrificado.
Canis familiaris o perro pelón mexicano. Es el xoloitzcuintle más temprano que se ha registrado en la historia de México. Nació en las costas del occidente de México, acompañando a su dueño en su viaje hacia Tula. Sirvió como acompañante incluso durante el viaje por el inframundo.
Canis familiaris o perro común. Se encontraron rastros de esta raza en las cuevas al este de la pirámide del Sol. Fue un ejemplar con el miembro delantero izquierdo más chico por una malformación, pues se decía que los cuerpos deformes no sólo desarrollaban un espíritu y deseo de vivir, también gozaban del favor divino.
Canis lupus o lobo mexicano. Fue cazado y sacrificado dentro de fiestas fijas propias de la época; se mantenían cautivos durante meses hasta que eran empleados en ceremonias especiales.
Canis familiaris o tlalchichi. Era el resultado del apareamiento entre perras en celo y lobo adulto. Se les cuidaba y alimentaba con los platillos que los humanos comían. Se empleaban en ritos dentro de las cuevas que estaban asociados con el dios Xolotl.
Imágenes: 2) Revista UNAM