Aproximadamente 66 millones de años atrás, un asteroide impactó la superficie de la Tierra, provocando la quinta extinción masiva del planeta. Los dinosaurios fueron completamente aniquilados, lo cual dio paso a la gran era de los mamíferos. Sin embargo, esta gran roca espacial no desapareció sin dejar rastro; en 2016, un grupo de científicos logró excavar hasta encontrar sus vestigios: el cráter Chicxulub.
El impacto tuvo la misma energía de 100 millones de bombas atómicas, y dejó tras de sí una cicatriz de 161 kilómetros de diámetro, aproximadamente. Esta titánica cavidad comenzó a ser explorada hace tres años por un equipo de geofísicos. El foco de la investigación fue una serie de crestas circulares que conforman el centro del cráter, localizadas en el Golfo de México. Los resultados que arrojó la exploración son impresionantes: un impacto suficientemente potente puede catapultar materiales que están enterrados a gran profundidad en la corteza terrestre a una distancia muy cercana a la superficie.
El Dr. Gulick y Joanna Morgan, geofísicos del Imperial College London, lideraron un equipo de más de 30 investigadores de 12 países diferentes para excavar el cráter Chicxulub. Descubrieron que las crestas circulares eran de granito, un material que se suele encontrar a una profundidad mucho mayor en la corteza. Al parecer, el impacto fue tan poderoso que ocasionó que las rocas se comportaran como un líquido durante un corto período de tiempo. Estos resultados parecen apoyar la teoría del modelo de colapso dinámico, el cual establece que la colisión del asteroide fue tan fuerte que conmocionó las rocas de la corteza y las disparó hacia arriba, las cuales formaron las ya mencionadas crestas circulares al caer.
Hoy en día, la mitad del cráter está cubierta por mar y la otra por selva, por lo cual fue necesario convertir un barco en una estación de excavación para poder explorar sus profundidades. Se excavó a través de 20 metros de agua y 600 metros de caliza y otros sedimentos para llegar a las crestas. Además de caliza, se encontró una buena cantidad de brecha, una roca sedimentaria compuesta de otras rocas fragmentadas y derretidas.
Finalmente, lograron encontrar granito rosado, un material que, por su dureza y composición, tuvo que haber estado a casi 8,000 metros de profundidad. Estos hallazgos fundamentan la teoría del modelo de colapso dinámico, y abren nuevas y emocionantes interrogantes sobre la formación y los cambios que ha sufrido el planeta. Afortunadamente, la geomorfología, geofísica y edafología, entre otras ciencias, cada vez cuentan con más tecnología y conocimiento para seguir indagando sobre los orígenes del astro en que vivimos.
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