Asumirse mexicano siempre es un acto de valentía. Hay que decirlo: nadie sabe exactamente lo que significa ser de aquí. De alguna manera siempre está cambiando, siempre se está contradiciendo; pero, al mismo tiempo, es una sensación contundente, de colores concretos y sabores claros.
Así, decirse mexicano en Estados Unidos, sobre todo en estos tiempos, es especialmente complejo (y admirable). Pero para estas mexico-americanas es vital hacerlo y, gracias a su herencia cultural, han encontrado la manera perfecta.
Se trata de la escaramuza, un deporte ligado a la charrería practicado exclusivamente por mujeres que consiste en danzar a caballo de forma perfectamente sincronizada. En este evento muy particular, muy mexicano y definitivamente precioso, la parafernalia es esencial. Por regla las mujeres deben usar vestidos típicos, con sombreros y las espumosas faldas.
La escaramuza también es competitiva y grupos de mujeres montan espectaculares números que son calificados considerando su precisión e ingenio. Así, no cualquiera puede participar, es un asunto de práctica constante y mucha dedicación. Es en ese sentido que se vuelve un refugio para la identidad de muchas chicas mexicanas o binacionales viviendo del otro lado de la frontera norte.
En sus palabras y las de sus entrenadoras, la práctica les permite celebrar su mexicanidad y también sentirse empoderadas. Estar sobre el caballo —como asumirse mexicano— no es fácil y es peligroso. Pero aventarse a hacerlo es lidiar con el miedo, así, la seguridad que se vive a flor de piel se transfiere a un lugar menos evidente. No por nada los trajes utilizados honran a las valientes adelitas revolucionarias.
Además, las competencias de escaramuza se realizan en México, lo que les da a estas chicas una buena excusa para cruzar la frontera de vuelta a su otra casa, ver a la familia y volverse a encontrar.