Un susurro se transporta en el viento, pasando por el Istmo de Tehuantepec y llegando hasta la Sierra Norte de Oaxaca. Es el susurro colectivo de cientos de mujeres indígenas que se han organizado en torno al territorio y a las raíces que en él subyacen.
Son mujeres, no obstante, que consideran que la categoría de territorio entraña más que selvas, mares, campos y montañas; para ellas entraña también el cuerpo; su cuerpo. Desde los pies, pasando por las piernas, la vulva, el ombligo (centro de ese territorio), los senos y la cabeza; todo eso es su tierra.
De esta amplia categoría de territorio ha devenido el feminismo comunitario, una práctica que se ha extendido por todo el estado de Oaxaca como un susurro, pero que se ha transformado en miles de voces exigiendo mejores condiciones de vida para los pueblos originarios y un alto a la violencia de género, tanto al interior como al exterior de sus comunidades. En esta simbiosis de cuerpos y territorios, de territorios y cuerpos, las mujeres han recuperado sus raíces y su dignidad, defendiendo todo lo que es sagrado en el mundo para ellas.
"El lenguaje neoliberal ha construido las cárceles para nuestros cuerpos que son las construcciones sociales-culturales y políticas que se hacen sobre los cuerpos", dice Julieta Paredes, poeta, escritora y feminista comunitaria de Bolivia. Por ello, tanto la tierra como el cuerpo son en esta concepción espacios que se siembran, se cultivan, que se aman y se defienden. Las mujeres indígenas entienden que el cuerpo de una mujer es el primer y último territorio, el más inmediato, y que es suyo porque el cuerpo, como la tierra, es de quien lo trabaja.
Estas mujeres han hecho lo que otros feminismos no han podido: llevar a la práctica cotidiana el empoderamiento de la mujer, el cual va más allá de instancias jurídicas para posicionarse como un empoderamiento multidimensional en el cual se vuelven, antes que nada, regentes de su propio cuerpo. Así, y con la dignidad a tope, estas mujeres oaxqueñas han hecho sus propias alianzas productivas en sus localidades, haciéndose autosuficientes y combatiendo la carestía generalizada a la que están sometidos los pueblos indígenas de nuestro país. Incentivan así el apoyo mutuo en sus comunidades, mientras denuncian la violencia de género e intentan reconstruir y defender su identidad como mujeres y como indígenas.
Una lógica diferente
Los indígenas, tanto en México como en otros países del continente, reivindican una lógica muy suya. Sin la necesidad de conocer las diatribas de la historia de la filosofía (predominantemente europea), las comunidades no dejan de darnos lecciones de lo que es aquello que los griegos llamaron praxis: la práctica más allá de la contemplación, la unión entre teoría y práctica. Porque mientras nosotros interiorizamos las formas de la competencia, ellos practican el apoyo mutuo; mientras que nosotros pensamos dicotómicamente, ellos piensan en todo un cosmos de posibilidades que rigen y transforman nuestro estar en este mundo.
Eso es lo que ha dado fuerza al feminismo comunitario el cual, con esas poderosas raíces de lógica indígena, ha podido hacer florecer la lucha de las mujeres al interior de los pueblos y comunidades originarias, demostrando que "feminismo" no es sinónimo de "europeo", al igual que la praxis no fue un invento griego, sino una relación social que ellos, como indígenas, mantienen hasta el día de hoy sin tener que llamarle praxis. Ello no quiere decir que sean reticentes a aceptar otras visiones del mundo exteriores a su cosmogonía, pero saben que es fundamental, antes que nada, el rescate de sus raíces. Eso es lo que han hecho las mujeres que han encontrado en el feminismo un lenguaje que parecía ajeno, pero que con el tiempo se ha descubierto como uno que puede ser traducido al mixteco, al zapoteco, al mixe o al chinanteco por igual.
"Para entender la despatriarcalización lo primero que hay que entender es la descolonización del tiempo, que nuestros pueblos y nuestras comunidades nos estamos conceptualizando como un cuerpo y desde allí es que vamos hablando", dice Julieta Paredes.
Las mujeres de Oaxaca y de otras comunidades, como la de Cherán, en Michoacán, nos dan así la más importante lección de feminismo (entre muchas otras): que el feminismo es un lenguaje no monopolizable y que debe ser, ante todo, hablado de forma cotidiana para aprenderlo, entenderlo e ir haciéndolo parte de la vida de todas y todos.
*Imágenes: 1)Pinterest, 2)NSS Oaxaca