Se dice que la Conquista española fue realmente el año cero para los mexicanos. Un evento que marcó desde el savoir-vivre hasta la cosmogonía de los indígenas, y la cual dio vida a una nueva raza cargada de dolor, ironía y pasión. Hay quienes incluso se atreven a decir que el Imperio azteca regiría al mundo entero si no hubiera sido vencido con artimañas por los españoles. Pero, ¿qué fue lo que hizo que los mexicas perdieran la batalla y, con ello, su legado?
De acuerdo con Bernardino de Sahagún, autor de Historia general de las cosas de la Nueva España, existieron ocho presagios y supersticiones que marcaron el fin del glorioso imperio. Este misionero franciscano inclusive tradujo del nahuatl cómo los sacerdotes y adivinos que explicaron la presencia de algunos eventos anómalos como señales del fin de su civilización. Te compartimos lo que él registró en su libro:
Primer presagio. Diez años antes de la llegada de los españoles, en el cielo hubo una llama de fuego grande y resplandeciente que duró un año. Incluso, este fuego llegó a brillar durante las noches.
Segundo presagio. Por cuenta propia y de manera espontánea, la casa de Huitzilopochtli ardió en llamas. Este sitio era divino, y se le denominaba Tlacatecan o "Casa del mundo".
Tercer presagio. El templo de Tzummulco recibió un rayo como un golpe del sol. Pues no llovía recio ni se escuchó trueno alguno.
Cuarto presagio. Cuando había aún sol, cayó un fuego. Salió de donde el Sol se mete, iba derecho hacia a donde sale el Sol, y como si fuera brasa, iba cayendo en lluvia de chispas. Hubo un gran alboroto, como si estuvieran tocando cascabeles.
Quinto presagio. En uno de los lagos que rodeaban a la ciudad, se elevaron grandes olas sin haber ningún viento: "El agua parecía hervir. Las olas llegaron hasta las casas y se destruyeron algunas de ellas. El hecho fue tomado como mal augurio, pues fue muy extraño que el agua se levantara sin haber viento de por medio."
Sexto presagio. En muchas ocasiones, una mujer lloraba y gritaba por la noche. Se cree que de ahí nace la leyenda de la Llorona.
Séptimo presagio. Los cazadores de la laguna consiguieron un ave parda del tamaño de una grulla; la cual tenía un espejo redondo en medio de la cabeza en el que se veían el cielo y las estrellas. Se dice que la segunda vez que Moctezuma miró el espejo vio mucha gente que venía armada y montada sobre animales.
Octavo presagio. Muchas veces se mostraban hombres deformes, personas monstruosas: de dos cabezas y un solo cuerpo. Las llevaban a la Casa de lo negro, se los mostraban a Moctezuma; y cuando las vio, luego desaparecían.
Después, frente a la llegada de los españoles, se asumió la profecía del retorno de Quetzalcóatl. El culto a este dios se remontaba a civilizaciones que precedieron a los mexicas y los toltecas, considerándolo como dios benefactor, enemigo de la guerra y los sacrificios humanos. Solían decir que era alto, corpulento, de piel blanca, frente ancha, cabello largo y barba cerrada. Y según Clavijero, lo desterraron y por voluntad de otros dioses, partió hacia la tierra de Tlapalan. Ya en Coatzacoalcos, antes de embarcarse, dijo que algún día regresaría a reinar sobre la tierra que abandonaba.
En sus reportes, Sahagún explica que los guardacostas mexicas vieron por primera vez los barcos españoles, se acercaron a las proas de las naves para besarlas una vez que observaron a los hombres blancos y barbados. Pensaron que el dios había cumplido su promesa.
Cuando los guardacostas avisaron al monarca, le dijeron: “hemos visto unos dioses dentro de la mar y fuimos a recibirlos". Por esta razón, de acuerdo con el historiador Héctor González Aguilar, Moctezuma adoptó una posición ambigua respecto a los extranjeros.
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