Los mexicanos estamos hechos de maíz. Ya sea literal o metafóricamente, esta afirmación nos revela la importancia indiscutible de este grano para la vida y el territorio de México. Por eso, cuando hablamos de maíz transgénico, estamos hablando de algo que trasciende por mucho una discusión en términos de economía o productividad, pues atraviesa aspectos cruciales para el país, entre otros la salud de las personas y del medio ambiente.
La alimentación es la intersección perfecta entre nuestra salud y la del entorno. Es quizá el acto más puro de comunión con la tierra. Este eslabón básico de la vida se ha modificado drásticamente a lo largo de la historia; el maíz transgénico y el contexto del que depende encarna este cambio, pero sobre todo nos recuerda que todo lo que en un principio nutre también puede ser veneno.
Por eso, hoy queremos revisar punto por punto los problemas asociados al maíz transgénico y lo que representa para México.
El maíz transgénico y la salud
Hay dos dimensiones desde las cuales el maíz transgénico afecta la salud humana. La primera, de forma directa, tiene que ver con todos los herbicidas que generalmente acompañan su proceso de cultivo; la segunda, indirectamente, con el sistema de producción que sostiene. Veamos una por una.
De todos los productos que se usan en el cultivo del maíz transgénico, hay uno que destaca por su popularidad: el glifosato. Se trata de un herbicida de amplio espectro que, según autoridades como la OMS y la International Agency for Research on Cancer (IARC), es "probablemente cancerígeno". Su uso afecta a las personas que aplican el químico, pero también a quienes se ven expuestos a él de forma indirecta –por ejemplo, mediante los alimentos que se cultivaron empleando este químico–.
Como explica la Mtra. Cristina Barros, investigadora e integrante de la campaña "Sin Maíz no hay País", hay estudios que confirman que, aunque el maíz amarillo (transgénico) está destinado solo para uso industrial, se han encontrado rastros del químico y las semillas genéticamente modificadas en las tortillas que se venden comercialmente en México. Todo esto, sin tomar en cuenta los impactos que tiene para los insectos y animales.
Hay que decir que, hasta donde se tiene conocimiento, el maíz transgénico en sí mismo no parece tener impactos en la salud. Pero tampoco hay estudios que demuestren lo contrario. No sabemos qué efecto tendría, a largo plazo, consumir este tipo de maíz en un país como México, donde el 70% de las calorías diarias que consume su gente proviene de este grano, dice Cristina Barros.
La segunda dimensión es sistémica, porque responde a los efectos de la agricultura industrial. En el caso de México, se importa este tipo de maíz para alimentar animales, pero también para extraer sustancias como la fructosa de maíz. En suma, se trata de un producto del que derivan varios ingredientes presentes en los alimentos procesados. Y se sabe, como dice Barros, que todos los alimentos ultraprocesados tienen una correlación directa con el incremento de diabetes y obesidad en México –y el mundo. Este mismo sistema de agricultura es en cierta medida responsable de los desequilibrios ecosistémicos que se registran desde hace años en diversos lugares, como señala el Programa para el Medio ambiente de las Naciones Unidas.
Salud ambiental y los transgénicos
Vayamos de lo particular a lo general: del suelo, al medio ambiente. La siembra de transgénicos está asociada con un aumento de productos químicos como el uso del glifosato, según la Mtra. Cristina Barros. Y la evidencia científica señala, claramente, que se trata de un herbicida contaminante, que daña microorganismos fundamentales para la salud del suelo, a diferentes capas de la tierra y cuerpos de agua.
Para entender los impactos al medio ambiente, hay que regresar a un punto que ya tocamos: la agricultura industrial. Pocos se atreverían a negar a estas alturas que el planeta está estresado. La crisis climática ya no es un concepto, sino un fenómeno físico cuyos efectos son cada vez más nítidos. Y en medio de esta tristeza ecológica, nos topamos con un sistema de agricultura ciego a la realidad. Aquí un dato: la expansión agrícola impulsa casi el 90% de la deforestación mundial, según la FAO.
La dimensión económica de los transgénicos
Recientemente, México ha dicho que quiere prohibir la importación del maíz amarillo transgénico de Estados Unidos. Las respuestas a este posicionamiento ha sido mal recibido por quienes ponen sobre la mesa el impacto económico que tendría y los temas legales ligados al tratado de libre comercio, que se firmó con los vecinos del norte (TLCAN).
Es cierto que habrían impactos económicos y, también, que el maíz y el frijol están incluidos en el tratado, pero esta lectura se queda corta. La primera fisura dentro de este argumento la encontramos en la suposición de que Estados Unidos es un bloque. En la llamada franja del maíz, concentrada en el sur del país, hay distintos productores y algunos ya no siembran maíz amarillo transgénico. México está ofreciendo un plazo de tiempo para que se haga una transición paulatina y se pueda seguir con las relaciones comerciales.
Pero luego llega el tema del TLCAN, "¿qué no se estaría rompiendo el tratado?", se preguntan algunos. En sentido estricto, sí, pero como nos recuerda la Mrta. Cristina Barros, nuestro país, bajo el supuesto legal precautorio, está en su derecho de refutar ese punto. México es un país soberano y puede por eso defender la salud de su población. Recordemos que el glifosato es "potencialmente cancerígeno". Y habría que agregar que “El derecho humano a una alimentación adecuada está inscrito en nuestra Constitución y por tanto se encuentra por encima de cualquier tratado comercial”, como dice El Poder del Consumidos.
La postura de prohibir o limitar el uso del glifosato la vemos también en otros países. Por ejemplo, Austria se convirtió en el primer país de la Unión Europea en prohibir este herbicida en 2019; Alemania anunció que comenzará a eliminarlo gradualmente para 2023. Otros países que tienen algún tipo de legislación sobre el glifosato incluyen Bélgica, República Checa, Dinamarca, Francia, Italia y Los países bajos, por mencionar algunos.
Muchos países defienden los granos de los que son más dependientes, como el arroz o el trigo. En el caso de México, ese grano es el maíz y tiene argumentos para protegerlo. Si quieres profundizar en el tema, te recomendamos que veas esta entrevista que Carmen Aristegui le hizo a Cristina Barros.
Ahora, el tema del impacto económico hay que desglosarlo un poco más. Si se redujera, por lo menos por un plazo determinado la exportación de estos maíces, México lo vería reflejado en su economía. Pero este argumento cae en la trampa de pensar en la economía solo dentro del rubro comercial. Recordemos que el problema central aquí tiene que ver con la agricultura industrial; el costo que ha tenido para la salud de la población mundial y el planeta es evidente. Entonces, faltaría hacer los cálculos de lo que este sistema implica para las finanzas públicas del país. ¿No sería más costos seguir comprando el maíz amarillo transgénico y fomentando la lógica agroindustrial? ¿No colapsarían las finanzas públicas con los aumentos de problemas de salud y los impactos ambientales?
El maíz nativo, una apuesta por la vida
Valorar, cuidar y defender al maíz nativo es importante en distintos sentidos en medio del panorama de la alimentación actual. Frente a la crisis climática, es relevante porque las 64 razas se adaptan a diferentes entornos –en tipo de suelo y clima. En ese sentido, es una suerte de herramienta de adaptación. Otro punto tiene que ver con el sistema de cultivo al que suele estar asociado, la milpa; un modelo perfecto que cuida a la tierra.
El maíz nativo es importante por lo que aporta a la diversidad natural –pocas tecnologías más hermosas– y cultural. Al comer maíz y frijol, las personas obtienen las proteínas necesarias. Todo lo que deriva de la milpa se asocia con una dieta rica en nutrientes. “Son maíces adaptados para los más diversos ecosistemas y también para distintos usos en la cocina como palomitas, pozole, tortillas, pinole, etc., que se siembra para consumirlo directamente, sobre todo en forma de tortilla. Para nosotros es la planta de mayor importancia cultural, histórica, ambiental y económica“, dice El Poder del Consumidor.
¿Pero en qué afectan los transgénicos a las razas nativas? Las semillas modificadas pueden infectar a nuestros maíces y eso los pone en riesgo de desaparecer. Pero, sobre todo, se trata del problema central: el modelo de agricultura que cada maíz fomenta. Porque ahí se definen los "Términos y Condiciones" del vínculo que establecemos con el planeta y los seres que habitan en ella. Habría mucho más que decir al respecto; asuntos sobre soberanía alimentaria o la pérdida de autonomía de las personas dedicadas al campo.
Los maíces transgénicos, los herbicidas ligados a su siembra, son una pequeña ventana por la que se cuelan los grandes problemas de la agricultura industrial. Por donde se analice, es un sistema que no se sostiene –si el interés es apostar por la vida, por la salud de todas las personas y la del planeta. Es uno de los problemas estructurales que atraviesa a México y al mundo.
En ese sentido, proteger los maíces nativos es un paso fundamental para diseñar un sistema de agricultura que aporte a largo plazo. Es un paso para empezar a sanar esa comunión con la tierra.