Todas las civilizaciones han tenido un ritual para unir al hombre y a la mujer en matrimonio. Los pueblos nahuas del posclásico, incluidos los mexicas, no eran la excepción. La ceremonia se llevaba a cabo en la casa de la familia del futuro esposo. Hombre y mujer se sentaban en cuclillas sobre un petate frente al fuego de la casa. La tilma del joven se anudaba con el huipil de la mujer y así permanecían hasta que sus respectivos padres los aleccionaban sobre la vida en familia y sus obligaciones como pareja.
Mientras esto sucedía la madre de la novia se ponía de pie y daba de comer en la boca al novio, otro tanto hacía el padre del novio con la muchacha. Fuera de la casa se organizaba un gran banquete que duraba hasta la madrugada, al cuál se invitaban los miembros de las dos familias y los miembros del barrio en el que vivían.
Al finalizar la fiesta la joven pareja se quedaba recluida dentro de una habitación sin poder tener sexo por cuatro días hasta que llegaba el quinto cuando consumaban el matrimonio. Durante estos cuatro días de guarda se bañaban al salir el sol y a media noche. Era muy importante que la muchacha fuera virgen ya que en caso contrario el novio la podía repudiar y regresar con su familia.
Si todo salía bien al sexto día se realizaba el banquete de la tornaboda sin incidente alguno. En caso que el novio se diera cuenta que su pareja no era virgen al momento de consumar el matrimonio, entonces se consumaba una curiosa tradición para exhibirla frente a la sociedad y era de la siguiente forma:
Cuando llegaban los invitados al segundo banquete, a cada uno se les repartía una cesta con tortillas, sin embargo uno de ellos estaba agujerado por la parte inferior. Momentos después cuando todo mundo disfrutaba de las tortillas uno de los invitados descubriría que su canastillo estaba agujerado tirando migajas por todo el piso. El comensal con indignación y furia lo arrojaría. Todos los invitados que vieran el suceso sabrían que esta acción se hizo premeditadamente para notificar que se cancelaba la unión.
Los jóvenes mexicas se casaban entre los 19 y 21 años, cuando habían finalizado su educación dentro de "la casa de la juventud" o Telpochcalli. Los jóvenes seguramente habían asistido a su primera batalla y las mujeres estaban listas para traer piedras preciosas, plumitas de quetzal al mundo o si no morir en el intento para ganarse el privilegio de acompañar al sol del cenit al oeste.
Finalmente los nobles mexicas o pipiltin podían tener muchas concubinas, si las podían mantener y si el Huey Tlahtoani les había concedido ese privilegio por capturar a varios enemigos, realizar hazañas bélicas o haber concretado grandes servicios a su sociedad. Sin embargo, solo podían tener una esposa la cual les daría su primogénito o heredero. Los plebeyos solamente podían tener una esposa.
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*Imagen: Rito matrimonial de los pipiltin. Codíce Mendoza.