Pocos se permitieron escuchar el rumor del pasado.
Pocos pudieron anticipar que, en el futuro, el camino eventualmente daría la vuelta por atrás. Fueron los brujos, las curanderas, los nahuales —y otros sujetos habitando simultáneamente los sueños y las vigilias— quienes sospecharon que la contemporaneidad comenzaría a enfermarnos, poco a poco, robando nuestro tiempo vital, guiando nuestras convicciones.
Alicia Ahumada, la esencial fotógrafa mexicana, estaba entre estos sujetos.
Alicia Ahumada, fotógrafa bruja
Originaria de la Sierra Tarahumara, con una identidad que floreció en la vida campesina, se mudó a la Ciudad de México de joven, buscando trabajo con sus habilidades de mecanógrafa. Allá habitó una casa en Tacubaya (una colonia con un oscuro encanto que sin duda trasciende esta dimensión). Ahí se hizo fotógrafa, cuando enlazó su vida a otros hacedores de imagen como Pedro Hiriart y los hermanos Jorge y Guillermo Acevedo.
Con su Yashica retrató las calles de México y los rostros simultáneamente ocultos y omnipresentes de los pobladores indígenas de nuestro país. Ahumada imprimía en su casa, en un clóset que usaba como cuarto oscuro. La llamaron "la mejor impresora de México".
Luego, relata en entrevista para Planisferio, la "era digital" le ocasionó una auténtica "crisis existencial y tecnológica" que solo se curó cuando se permitió encontrar las bondades de esta nueva gama de posibilidades técnicas, que, al fin y al cabo, son mágicas también en sus propios términos. La bruja mezclaba la impresión en plata gelatina con las ricas corrupciones permitidas por los softwares de nuestro tiempo.
Retratos de chamanismo
Pero lo verdaderamente mágico eran sus temáticas. Las "fotografías para sanar" comenzaron en 2005, cuando Alicia Ahumada viajó a México y algunos sitios en Centroamérica, para documentar el mundo del chamanismo en el continente. El ejercicio duró muchos años.
La magia de los sujetos con los que Alicia se encontró en el camino se saborea en las imágenes; sin embargo, es fácil apreciar que lo que retrata es su propia inmersión a este mundo de medicina tradicional y pensamiento mágico. Además de fotografiarlos, Alicia escuchó a los sabios, se permitió experimentar sus prácticas y lo hizo bajo los términos dictados por la mística local:
"experimenté con cada uno de ellos sus técnicas de sanación. Recibí limpias, visité santuarios llevando ofrendas, estuve en velaciones, realicé peregrinaciones, escuché misas, tomé infusiones, usé emplastos, fui consagrada a Hunab-Ku, usé por periodos prolongados bebedizos hechos con base en frutas, tuve una operación espiritual, ingerí plantas de poder y con algunos de ellos colecté yerbas de su farmacopea que, disecadas, ahora reposan en mis cuadernos de trabajo."
Sobre todo, quedó prendada de la relación que estos sujetos tienen con cada ser que les rodea:
"La síntesis fotográfica que comparto con ustedes es el rescoldo generado por esta búsqueda personal de salud, que ha modificado mis hábitos y actitudes, creando lazos con la Tierra y el Universo entero, conduciéndome al buen vivir, cultivando una vida humana noble, sin olvidar que todas las demás especies de la Tierra son sagradas, que son una fuente de sabiduría y juegan un papel vital para la sobrevivencia del planeta".
El mundo multidimensional
Chamanes vivos que supieron escuchar el rumor del pasado son retratados por esta sensible mujer, mientras abren la puerta a otras formas de estar presentes.
Las imágenes son poderosas, no solo porque nos provocan extrañeza; sino porque señalan lo extraña y cruel que puede ser nuestra relación con nosotros mismos en este tiempo de silencios ensordecedores, de mensajes inagotables, de luces cegadoras que nos rehusamos a apagar.