Millones de familias alrededor del mundo han enfrentado enormes dificultades financieras debido a la pandemia mundial. Tal es el caso de la familia de Aarón Moreno, un niño de ocho años que vive al este de Los Ángeles, junto con su madre y sus dos hermanas.
Berenice Pacheco, soltera, indocumentada y madre de Aarón perdió sus dos empleos. Por eso, la familia tuvo que mudarse a una bodega y enviar a su hija mayor de regreso a México, por falta de recursos para mantenerla.
Fue entonces que el pequeño Aarón decidió emprender un negocio de venta de plantas a familiares y cercanos. Así, revendiendo suculentas, ingresaban unos dólares para subsistir. Pero el negocio creció de forma inesperada y el paisaje familiar se transformó por completo.
El Jardín de Aarón
Así llamo el niño a su emprendimiento, que comenzó con unos pocos dólares y eventualmente se convirtió en una empresa rentable que, además, atrajo la simpatía y buena voluntad de muchas personas. Lo que Aarón y su madre no se esperaban, es que su pequeño negocio se viralizaría en redes sociales y pronto alcanzarían volúmenes de facturación insospechados.
Además de la popularidad que el Jardín de Aarón ganó en Instagram –hoy tiene más de 31 mil seguidores–, una amiga de la escuela abrió un canal para reunir donaciones para el emprendimiento. Inicialmente pidieron mil dólares, pero la historia de Aarón conmovió tanto que, hasta el momento de publicar esta nota, acumula más de 68 mil dólares.
El poder de inspirar y transformar
A unos meses de nacer, el Jardín de Aarón ya logró traer de vuelta, desde México, a la hermana mayor, así como rentar un nuevo departamento para que la familia pueda vivir hoy en mucho mejores condiciones.
La historia de Aarón no solo resulta profundamente inspiradora, también ilustra el espíritu con que miles de mexicanos indocumentados viajan a Estados Unidos en busca de un mejor futuro para sus familias.
Ver a los paisanos mexicanos luchar en el país del norte es algo que conmueve y, sobretodo, que inspira y genera respeto. Largas jornadas de trabajo dedicado, en entornos que les son ajenos –muchas veces sin manejar el idioma– y enfrentando un racismo sistémico, son solo algunas de las pruebas que los migrantes deben superar en su aventura al otro lado.
El ingenio y empuje de un niño de ocho años pudo más que la precariedad que enfrenta una mexicana indocumentada, y madre soltera, en su persecución del sueño americano. Se trata de una historia que ojalá impregne el sueño de tantos otros mexicanos.