Los símbolos son inherentes al pensamiento humano; se manifiestan directa e indirectamente, entre lo real y lo profundo (de donde toma su raíz esa realidad para ser). Cada símbolo exhibe un misterio que una vez profanado revela grandes sorpresas. El cabello es un símbolo, y como tal refleja la energía del cuerpo, de lo que éste consume, de los tratos y maltratos que ha recibido. Pero más allá de ser un “órgano” que refleja lo estético en las personas, especialmente en las mujeres, el cabello es una extensión física del pensamiento y para algunas culturas ancestrales, del sistema nervioso.
El hombre es la única criatura del mundo cuyo “pelaje” crece desmedidamente solo en la parte que cubre el cerebro. Sin embargo, si se deja crecer el cabello naturalmente, llega un momento en que el ritmo del crecimiento disminuye, probablemente porque es la cantidad justa que la naturaleza del ser necesita. Los cabellos funcionan como una especie de antenas que recogen la energía solar y ulteriormente como conductores que transmiten esa energía a los lóbulos frontales del cerebro, (los que ayudan a una persona a meditar o a visualizar). Desde una perspectiva yóguica, es gracias a este ejercicio orgánico que se logra aumentar la energía Kundalini o energía vital de la persona, misma que induce, también, a volvernos seres más intuitivos.
Las culturas indígenas ancestrales supieron esto probablemente gracias a su extraordinaria intuición. En México y en algunas partes de Norteamérica, los indios dejaban crecer su cabello. Hombres y mujeres de distintas étnias sabían que la sabiduría, la fuerza y las habilidades desarrolladas eran singularidades propias de una cabellera larga.
Un ensayo publicado por C. Young en 2011, nos comparte una sugerente historia sobre las cabelleras largas de los indios utilizados en la guerra de Vietnam. Nos dice, que las fuerzas especiales en el departamento de guerra habían buscado entre las reservas indias a hombres cuyas habilidades –casi sobrenaturales– funcionaran para el terreno de guerra. Sin embargo, cuando a estos indios se le cortaban el cabello parecía que sus habilidades se evaporaban. Se iniciaron pruebas para detectar la falla y se valoraron las habilidades en zona de guerra de un indio de cabello largo y uno de cabello corto. En todos los resultados el indio de cabello largo solía superar al de cabello corto.
En México podemos ejemplificar las prodigiosas habilidades de los indios raramuris de la Sierra Tarahumara, famosos por vencer incluso a atletas de alto rendimiento, o la singular capacidad de supervivencia de los indios Seri en Sonora. Profundizando en la cultura de México, no sorprende enterarnos que son nuestras etnias más antiguas quienes poseen ese don del conocimiento espiritual que les permite autosanarse. Sus largas cabelleras han sido sinónimo de poder, pero también de madurez espiritual, porque se entiende que el cabello no está ahí por defecto, ya que al igual que en otras partes del cuerpo su existencia tiene una causa.