Al igual que la pornografía es más sexual que el sexo, existen potenciales “remediaciones” de una obra poética que derivan en algo más poético que la poesía misma. Algo así ocurre con Nombras el agua (Call on Water), una instalación del artista mexicano Rafael Lozano-Hemmer que impregna el ambiente, a partir de la lírica, con una comunicación meteorológica.
Se trata de una plancha de agua, una fuente, que emana líneas de distintos poemas de Octavio Paz. Las palabras quedan suspendidas brevemente en una suerte de evanescencia y luego, tras impregnar la atmósfera, se diluyen por la turbulencia propia de todo espacio. Evidentemente esto es una metáfora, y una preciosa, de lo que ocurre con el lenguaje, con aquello que decimos; a fin de cuentas nuestras palabras, si bien “se las lleva el viento”, también marcan la memoria del ambiente en el cual fueron emitidas.
Ver al mundo es deletrearlo.
Espejo de palabras: ¿dónde estuve?
Mis palabras me miran desde el charco
de mi memoria. Brillan,
entre enramadas de reflejos,
nubes varadas y burbujas,
sobre un fondo del ocre al brasilado,
las sílabas de agua.
“Pasado en claro”
Además de estas líneas, otros de los poemas que alimentan esta maquina que hace legible el aire y facilita la respiración literal de la lírica pazeana son “Juventud”, “Aquí”, “Vuelta”, “Epitafio sobre ninguna piedra” y “Escritura”. Para lograrlo, el mecanismo orquesta por medio de una computadora cientos de vaporizadores ultrasónicos instalados bajo el espejo de agua y que producen hebras de vapor frío.
Nombras el agua se exhibe actualmente en la House of Electronic Arts, de Basilea. Un volatil requiebro que uno de los artistas contemporáneos más inquietantes rinde al gran escritor mexicano.
Imagen: Rafael Lozano-Hemmer, “Call On Water”, 2016. / Fotografías de Franz J. Wamhof.