Para muchísimas personas en el mundo las comunidades autónomas zapatistas tienen un gran valor histórico. Son vivos ejemplos de cómo comunidades nativas pueden pervivir con sus propias costumbres aún dentro de un mundo capitalista y globalizado.
Así, son consideradas como un parteaguas que rompe el paradigma que apunta a que todos debemos vivir como dicta el “acomodo de las cosas” cuando nacemos, y en realidad no es así.
Luego de años de resistencia estas comunidades han conseguido (con sus represalias) que sea reconocido el valor de su propio modo de vida, al menos desde el punto del respeto y la libertad. El zapatismo, en este sentido, ha sido muy importante para el mundo, y será un referente cada vez más recurrente.
Hace unos días Juan Villoro fue el cuarto mexicano en recibir el premio excelencia en letras José Emilio Pachecho 2016, antes lo habían obtenido Elena Poniatowska, Fernando del Paso y José Emilio Pacheco. Siendo uno de los intelectuales más importantes del país es une referente no solo literario y periodístico: también es una voz importante como líder de opinión que se ha vuelto.
Lo extraordinario de su premio es que Villoro decidió donarlo (de unos 150 mil pesos) a las comunidades zapatistas. Dijo dijo que no puede recibir un premio en tierra maya sin pensar en quienes piden justicia en tzoltzil, tzeltal o tojolabal, y desean que algún día, en este país, se pueda mandar obedeciendo:
Para continuar, así sea de manera simbólica, sus tareas de salud y educación.
Agregó también que "la literatura cuenta la trama oculta de la vida, los días que no se nombran, y que en esta época de quebrantos en donde vivimos, no dejamos de imaginar mundos posibles."
La donación del premio de Villoro, más allá del beneficio económico (que como él dicta es más bien simbólico) es una manera de mantener en la conciencia colectiva el valor del zapatismo, que día a día nos ha dicho, con el ejemplo, que "otros mundos son posibles en un mundo donde quepan muchos mundos".
*Imagen: cronicadexalapa.com