Juchitán fue uno de los pueblos más afectados por los tres grandes sismos de 2017. Pero la tierra —que también está viva a su manera— continuó moviéndose y recordándole a los oaxaqueños constantemente la fragilidad de la materia. Esta tensión ininterrumpida, definitivamente ha dejado cicatrices profundas en la memoria personal y colectiva de este y otros pueblos mexicanos.
Mientras que para algunos, el sismo es un tema-tendencia que ya vio pasar su tiempo, para muchos otros, la vibración producida continúa vigente en lo más inmediato. No se trata nada más de estar, secretamente, siempre a la espera del sonido de la alerta sísmica; sino de algo mucho menos abstracto. Dado que la reconstrucción ha sido muy lenta, hay personas que aún viven como si los terremotos hubieran ocurrido ayer. Y para atender a esta sensación latente, se vuelve esencial el trabajo y reflexiones de artistas como Víctor Chaca.
Re-modelando la memoria colectiva
No se trata de naturalizar la posibilidad del sismo, porque el elemento sorpresa tiene algo muy valioso, aunque no lo sepamos: la inestabilidad de las placas tectónicas, nos recuerda que nuestras vidas carecen de garantías y esto es lo que, en muchos sentidos, las hace tan relevantes.
Por otro lado, es vital reinventar las memorias de los temblores, re-modelar la manera en la que nos aproximamos al acontecimiento pasado, a las pérdidas, al miedo y a la muerte. A eso se ha dedicado Víctor Chaca, reconocido artista zapoteco, durante el último año.
Inspirado por la propia necesidad de curarse, ha recuperado las vigas de las casas que se cayeron en su pueblo natal, Juchitán, para llevarlas a su taller en San Agustín Etla y transformarlas en intrincadas esculturas que representan personajes imaginados en un proceso de catarsis.
Haciéndose cargo, así, de diferentes labores simbólicas, que, frente al panorama que dejan la reconstrucción y la memoria social del sismo, se han vuelto urgentes. Por un lado, nos recuerda que lo que sucedió sigue sin ser resuelto, especialmente en los niveles políticos y económicos. Además, nos dice: no es necesario olvidar el recuerdo del sismo, aunque es importante replantearlo.
Sus esculturas son profundamente personales. A veces la materia prima son las vigas que colapsaron en casas de amigos, de su abuelo, de algunos vecinos. Otras veces, son vigas que salvaron la vida de alguien, que evitaron que se les viniera encima un techo. Algunas más, son las vigas que mataron, en sus palabras, "puñales" que se clavaron para siempre en todos. Por otro lado, los restos son valiosos no solo por haber erigido un hogar, también porque son maderos muy antiguos, de árboles tradicionales y muy locales, que estuvieron, antes de colapsar, mucho tiempo con las familias que los habitaron.
Tzompantli al pueblo oaxaqueño
La meta de Víctor Chaca es armar un conjunto de 50 esculturas medianas y 12 monumentales, que planea exponer con el nombre Tzompantli, haciendo referencia a los enormes altares donde los mexicas exhibían las cabezas o cráneos de enemigos matados o sujetos sacrificados. Según el artista, este tzompantli es resultado de un "llamado de atención de la Tierra".
La noción puede parecernos violenta desde algunos ángulos, pero el asunto es que la vida se define también en los quiebres, en su falta de garantías. Olvidamos que todos nuestros inventos, nuestros problemas, nuestras relaciones, nuestros deseos se están desarrollando en un plano sin consistencia, el plano que es este suelo, cambiante, vibrante.
El hermoso y desgarrador homenaje de Víctor Chaca a su pueblo es un recordatorio también, un llamado de atención: nuestras vidas se componen de escombros, que en algún momento nos permitimos mirar como materia prima, que nos permitimos re-modelar, volver a cincelar, para continuar, para ser otros.
Más de una vez nos hemos asumido sin garantías y más de una vez hemos tenido que aceptar que tenemos miedo, pero ejemplos como este demuestran que hay formas constructivas de pasar a través de esas grietas. Especialmente si lo hacemos juntos.
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*Imágenes: Oliin Velasco; excepto no. 3 de Rosy Ramales.