Partamos de aquí: en México hay una rica tradición de reconocer, dialogar y valorar a las fuerzas que operan en otros planos.
Las supersticiones son una forma de manifestar en el lenguaje la operación oculta de la vida. Se trata de transparentar sus reglas, pero consagrar aún más el misterio. Este deleite paradójico es un suspiro que se rinde digno a un orden que, a toda costa, no nos pertenece. Es así una fuerza, si la recuperamos hoy con ese necesario pretexto, que nos aleja de cualquier mirada antropocéntrica y nos suspende, tantito así para invitarnos a tocar lo invisible.
De la superstición se dice ser una "creencia extraña", "contraria a la razón". En su momento, quien observaba en miras colonizantes, entendía a las supersticiones como manifestaciones demoníacas. Así lo describió Santo Tomás de Aquino y fue secundado por diferentes frailes enviados a evangelizar a la población de América. Muchos de los registros que hoy tenemos de estas creencias, de agüeros y abusiones, se han recopilado de fuentes coloniales. Pero quitando todo tipo de adjetivos y conjeturas "de lo descubierto", estos recuentos y descripciones invocan imágenes, símbolos y vivencias que trascienden su registro y que no se constriñen a él.
Las supersticiones aquí pueden ser evocaciones poéticas, geografías de fantasía –sin espejismos–, pueden ser también tetzahuitl que en náhuatl, según fray Alonso de Molina, significa "cosa escandalosa, espantosa o cosa de agüero". Un delicado diálogo con el caos, un latido constante que mantiene alerta al espíritu y lo invita a mirar abierto. Un eclipse, el canto de un pájaro, un metate roto: todo habla, todo dice. Hay señales de lo que, por fortuna, nunca será conocido.
Aquí hay instrucciones y consejos, perspectivas y sabidurías. Cachitos almados para que te dejes tomar de la mano y confíes en que se está llegando. La superstición trabaja para la vida, incluso si habla de muerte. Puede ser un ritual personal, un destello que busca, como quien tira un cohete al cielo, acercarse a lo divino.
Inventario de supersticiones
Augurios de leña, fuego, humo y aliento
Para quitarle el miedo, hay que soplarle con fuerza al maíz antes de echarlo al nixtamal. Hay que soplar con cuidado, pero con fuerza para que no se espante del calor del fuego, de la cal y el agua hirviendo.
Recién terminada la casa, hay que invitar a parientes y vecinos a encender un buen fuego. Si se prende rápido, será hogar feliz y con paz; si se demora, habrá desdicha y dolor.
Cuando se toma pulque, hay que ofrendar un poco al fuego. Se sirve un chorrito y se le sienta cerquita el vaso al fuego, sobre todo si es el primero.
Hay que mirar que no salgan muchas chispas del fuego, ahí del tlecuil, porque puede ser el anuncio de visitantes no deseados, de perturbaciones.
Mejor evitar los tamales que se quedan pegados a la olla, para no invitar influencia desafortunada.
Si escuchas que alguien estornuda, es otra forma de escuchar que, en algún lado, se habla de uno en malas lenguas.
Maíz como profecía
Si arrojas la tortilla al comal y se dobla, alguien se acerca. Si llega tu pareja, sabes que fue quien pateó tu tortilla para anunciar su llegada.
Los maíces también se tiran para leer fortuna, porque dicen cosas, pero eso solo lo puede conocer quien sabe escuchar e interpretar.
Para que esté el maíz, se necesita la milpa y si se quiere proteger a la milpa, se le puede regar ceniza para que los climas no la tumben, para que la guarde lo más que pueda.
Metates y ratones
Que no se vaya a romper nunca el metate, eso es presagio de muerte de alguien en la casa.
Si hay ratas en la casa, hay que dejar el metate fuera, para que lo vean y sepan que dentro hay trampa y se les quiere muertas. Se les respeta así igual porque las ratas saben cuando uno dobla la moral y la ética y así lo enseñan cuando roen los tapetes. Si una persona engaña a su pareja, entonces la rata hace agujeros en su ropa.
Cuando al chamaco se le cae el diente, se avienta a una ratonera el hueso tumbado, si no, luego ya no le crece el nuevo.
Talismanes y amuletos
Cuando una infancia está enferma, hay que ir con quien sabe para que le hagan unos hilos de algodón y se los amarren al chamaco en el cuello, las muñecas y los tobillos. La del cuello lleva además un poco de copal. Los tiene que usar un número de días indicado, todo depende del padecimiento, y luego se quitan los hilos y se queman.
No hay que ir en huaraches ahí cerca si la gallina está empollando, porque igual no salen los pollitos. Pero si alguien llevó sus chanclas, entonces el remedio es dejarle un par viejito cerca de donde está echada.
Si hay mal de ojo, si un hechicero acecha, basta con poner un cuenco con agua con un cuchillo de obsidiana dentro. Este cuenco hay que ponerlo en la puerta o en el patio en la noche. El hechicero verá su reflejo y no volverá jamás.
El colibrí es sagrado. Luego se diseca su corazón y se porta para enamorar mujeres.
Espejos y perlas
No hay que dormir nunca frente a un espejos, porque le roban a uno la energía. Hay puertas que no pueden abrirse siempre ni en todas partes, y los espejos son un tipo de puerta.
Para la buena suerte, para un negocio propicio, se cuelga un espejo en la puerta o también se cuelga uno que sea cuadrado o un espejo con un cruz pequeña pintada en la esquina.
Al casarse, en ceremonia, no hay que usar nunca perlas porque ellas ahí sellan una vida llena de lágrimas.
Consagrar a la tierra y el agua
Si hay imágenes sagradas en un hogar, hay que tocar el suelo con el dedo índice y llevárselo a la lengua. La tierra es sagrada.
En algunas aguas habita el Ahuizotl, criatura mitológica y guardiana de cuerpos de agua. Cuando se corta uno las uñas, hay que arrojarlas al agua porque le parecen una ofrenda aceptable y hasta satisfactoria.
Para proteger las cosas materiales de terremotos, de fuertes temperamentos climáticos, hay que tomar agua y soplarla toda con la boca para bañar las cosas.
Nacimientos, infancias y madres
Cuando hay recién nacidos, nadie debe llevarse las brasas del fuego y no se debe dejar morir. Tiene que estar bien prendido y calientito cuatro días y cuatro noches para que no se le quite la buena suerte bebé.
Si caminas con un bebé en brazos cerca de un panteón, hay que tomar un puñado de piedras e ir tirándolas hacia atrás. Así se evita que las almas que andan penando se lo apoderen.
Hay que ser cuidadosos con los eclipses. Si se está embarazada, no hay que mirarlos nunca, porque puede nacer con alguna malformación la infancia, y hasta parecerse a una rata. No se quiere que el eclipse devore. Solo se puede aventurar una si se protege con un cuchillo de obsidiana y se lo pone en el pecho desnudo. Se dice también que eso se remedia con un alfiler, quizás a falta de vidrio volcánico.
Fuentes:
- Correspondencia de idolatrías, supersticiones, etc., con los días, meses y años, Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.
- Creencias populares, supersticiones y fraseología en México, Gabriel Medrano, Universidad de Guadalajara, Centro Virtual Cervantes.
- Historia General de las Cosas de Nueva, Fray Bernardino de Sahagún.
- Vocabulario en lengua mexicana y castellana, México, Fray Alonso de Molina.
- Ancient mexican Superstitions, Zelia Nuttulla, 1819.
- Historia de las Indias de Nueva-España, Fray Diego Duran