Los antiguos mesomericanos advirtieron, gracias a su observación del cielo, que todo lo que ocurre en la Tierra está relacionado con ciclos, repetitivos, que determinan el curso de lo que acá sucede. Para ellos estos ciclos fueron elementales en su cosmovisión; los hombres debían asegurarse de que estos ciclos se llevasen a cabo para la preservación de la vida. Desde el más cotidiano, como el nacimiento y ocultamiento del sol, hasta la llegada de las estaciones, o de los ciclos astronómicos más complejos.
Como sabemos, los mayas y los mexicas coincidieron en la cuenta de los ciclos solares de 52 años. Cada que transcurría este tiempo, para los mexicas, por ejemplo, se hacía la celebración del Fuego Nuevo. Ocurrían cambios en el curso de los tiempos y en la percepción de los hombres.
Muchos de los rituales de otras etnias milenarias estuvieron también estrechamente relacionados con estos ciclos del renacimiento de la vida. Uno de ellos, altamente conocido en el mundo por su vistocidad y excentricidad es el de los hombres-pájaro de los Voladores de Papantla, una danza-invocación, que podría decirse, tuvo un uso extenso en Mesoamérica, es decir, no es necesariamente es originaria de Papantla (más bien así se le conoce popularmente): la practicaron los nahuas, mexicas, totonacas, e incluso en lugares del occidente del país como Jalisco o Nayarit.
Origen geográfico
Suele apuntarse, como su nombre lo muestra, que los Voladores son de Papantla, son de una región totonaca ubicada en los límites de Veracruz con Puebla, aunque hay vestigios de un ritual similar representado en cerámica en culturas de los estados de Jalisco, Colima y Nayarit. Otras versiones apuntan a que este ritual como hoy lo conocemos ya se celebraba en antiguos centros ceremoniales como Yohualicha, en Cuetzalan, pueblo místiquísimo de la Sierra de Puebla, donde cada tarde los voladores, antes de que se acueste el sol, hacen esta hermosa alegoría. Aunque quizá su origen es totonaco, su uso se extendió a regiones nahuas del centro y occidente del país, y se cree que la alusión a los ciclos solares fue incorporada por los mexicas.
Significados
Este ritual está vinculado, como muchísimo de la cultura mesoamericana, a la invocación de la lluvia y el maíz; en pocas palabras, a la fertilidad. Los hombres-pájaro ascienden al tronco de un árbol de pino, normalmente de alrededor de 25 metros, y hacen una especie de danza, más cerca de los dioses, seduciendo a los 4 puntos cardinales (la danza también se lleva a cabo por 4 hombres, cada uno apuntando hacia un punto cardinal), con el fin de que venga la lluvia. Su significado más profundo se manifiesta en la generación de 52 vueltas por parte de 4 los voladores: cada uno hace 13 vueltas, y en total suman los 52 años del ciclo solar.
Cabe apuntar que el ritual inicia mucho antes que la parte del vuelo que conocemos mayormente. La comunidad elige un árbol, meticulosamente, luego lo tira, después lo conduce hasta el centro de su comunidad, y todo ello guarda un importantísimo significado en el proceso de invocación y rito.
Según otras interpretaciones, y como lo desglosa Mónica del Villar en su artículo Los Árboles Sagrados del México Antiguo (La Ceiba o Yaxché entre los Mayas) “Los hoy llamados "voladores de Papantla" nos remontan al pasado como se ve en diferentes piezas cerámicas del Occidente de México, la representación de la ceremonia de los voladores, cuyo poste (muy probablemente fuera el tronco de ceiba) puede ser la figura metafórica del axis mundi que surge del centro del universo.”
Preparación
Según la creencia antigua totonaca, el primer ritual de esta invocación fue hecho por 5 jóvenes castos luego de un gran periodo de sequía. Por ello los voladores son instruidos desde que son pequeños, y en cierto tiempo conforme a las celebraciones del ritual deben abstenerse de tomar alcohol y de encuentros sexuales.
Indumentaria
Inicialmente sus trajes eran de plumas (por ser hombres-pájaro). Hoy se visten de manta blanca (más por la influencia mestiza) aunque sus ornamentos representan animales de diversos tipos, todos compañeros del hombre y dependientes de la fertilidad de la lluvia y los ciclos de la vida (también se trata de aves asociadas al sol). El gorro en forma cónica (con un penacho significa un quetzal; por su parte, también cuando se lleva en la cabeza una especie de semicírculo (muy presente en la artesanía de Cuetzalan) se hace alusión también al quetzal. Los listones que cuelgan de las espalda, simbolizan el arcoiris que se forma luego de la lluvia. Las flores tejidas en las bandas del pectoral o cinturones son la fertilidad y la Tierra. Los dos medioscírculos de terciopelo que penden de la espalda y del pecho representan las alas de las aves. El rojo de los pantalones simboliza al sol, y también la sangre de los danzantes que han muerto.
Hoy, más allá de la excentricidad, valentía y habilidad física en esta manifestación de invocación-danza, encontramos un momento para olvidar nuestro mundo occidental centrado en el Yo, y recordamos que como humanos dependemos de fuerzas más allá de nuestra pequeñez, y quizá sin ponerle nombres de divinidad, somos simplemente súbditos de la naturaleza, de los astros, de sus ciclos, de su vital presencia.
Lugares donde puedes apreciar este ritual:
En el Centro Histórico de Papantla
En la Zona Arqueológica de Tajín, en Papantla
En el Centro Histórico de Cuetzalan, Puebla (altamente recomendado)
Frente al Museo Nacional de Antropología e Historia
*Fuentes:
La ceremonia ritual de los Voladores. UNESCO
Los voladores de Papantla. México Desconocido.
*Imágenes: 1) i.ytimg.com/vi; 4 ) exclusivaspuebla.com.mx; 5 ) deliahernandezintrospecciones.blogspot.mx