Si consideramos que las construcciones humanas tienen algo de "artificial", tal vez sea porque sospechamos de sus intenciones. La naturaleza también ensambla construcciones, pero su transparencia nos es evidente y su franqueza excepcional, nos conmueve. Ella se desenvuelve porque, en ese movimiento, existe. Pero las construcciones humanas están para ceñir la vida de otros humanos, tienen una agenda —política, incluso— que las diseña.
Pero, al mismo tiempo, ambas fuerzas tienen un propósito común que se podría resumir como el "desenvolverse", reproducirse, hacerse de más territorio. Así, luchan por expandir su presencia y, a ratos se entrecruzan; a veces de forma explícitamente violenta (como cuando las construcciones demandan la tala de miles de árboles o las raíces de los árboles rompen las banquetas) y otras veces, de forma equilibrada, tejiendo una sutil danza (como en los jardines).
Las Pozas en Xilitla, el hermoso laberinto-castillo surrealista diseñado por Edward James, es un jardín que encarna esta épica lucha. Que sea un acto "escultórico" sobre todas las otras formas de arte a las que apela, es una declaración de rebelión frente a la naturaleza. El concreto no es perecedero y el manejo técnico que implican sus formas lo vuelve inmensamente valioso y atemporal.
Por su lado, la naturaleza devuelve el golpe, comiéndose todo lo que está a su paso. Las plantas se rebelan, los árboles terminan por introducirse en la construcción, el musgo lo colorea todo y la humedad imprime fragancias al concreto que se quedan siempre en la memoria de quienes recorren el jardín.
Los argumentos terminan ajustándose en un diálogo que uno va recorriendo inmerso en la constante sorpresa. Visitar este sitio definitivamente hace que uno se sienta como un niño, pues ofrece la posibilidad de descubrir formas completamente nuevas y disloca lo que uno suele asumir sobre el diálogo que hay entre la naturaleza y nosotros.
Todas estas reflexiones están, de alguna manera, plasmadas en un precioso y elegante corto documental de Toby Aimes, quien nos guía a través de Las Pozas. El sitio excéntrico y fascinante, sin duda nos remite a la excéntrica época en la que fue construido (a mediados del siglo XX).
Pero la "agenda" del concreto se actualiza y nos devuelve al presente cada vez que lo recorremos y nos dejamos abrazar y fascinar por sus formas. Y, en contrapunto, la naturaleza humedece las construcciones, las fragmenta y las tiñe, sin saber que eso que se degrada es el legado de un sujeto cuyo cuerpo ya se ha reintegrado a la política de la naturaleza y es absolutamente libre del concreto.