Cuando se habla de surf, snowboard o sandboard, difícilmente se piensa en la relación del deporte extremo con la reflexión. Si se analiza bien, se trata de ejercicios que nos dejan a cuesta de la inmensidad y soledad del mar, la nieve o la arena, escenarios de la naturaleza que nos recuerdan lo fácil que puede ser perderse en uno mismo. Y dentro de esa inmensidad física y metafísica, traducida en exudación de adrenalina, también se encuentra un ligero sabor a templanza.
En el caso del sandboard –surfeo entre las dunas de arena–, la apreciación de paisajes despoblados, incluso vírgenes, es sumamente común. Algunas veces se practica bajo un extraordinario hueste de estrellas, otras veces sobre el exquisito clima que regalan los días soleados en el desierto.
En México existe una admirable región arenosa, en la que se es posible surfear las dunas como en ningún otro sitio. Es el desierto de Samalayuca, en Ciudad Juárez, Chihuahua. Aquí, el viento esculpe alrededor de 17 mil hectáreas de sofisticadas capas de arena, mismas que ya se estila por algunos habitantes de regiones aledañas y turistas, surfear como si fuese mar o nieve. Las dunas se encuentran a tan sólo 50 kilómetros de Ciudad Juárez y sólo es posible llegar si se toma la carretera 45 que regala inmanentes horizontes montañosos.
Si ya eres practicante de sandboarding es preciso que lleves tu equipo. Además puedes acampar y prolongar tu sesión con el desierto. Si aún no experimentas las mieles de deslizarse por la arena en tabla, aquí también puedes rentar equipo y a un instructor.
Uno de los datos más fascinantes sobre el sandboard en Samalayuca es que no es necesario usar rodilleras o casco, ya que la arena es tan suave que atenúa la caída.
Imágenes: 2) zonaturística.com; 3) lapuertanoticias.com; 4) nttviajes.co