Consumir chocolate solía ser un acto espiritual. Y, a veces nos olvidamos de que "lo espiritual" se refiere a la sustancia de las cosas. Menos parecido a un "desanclarse" de la materia, practicar lo espiritual es buscar "lo sustancial". Esto se traduce, en el acto, a experimentar las cosas profundamente con el cuerpo. Un sujeto espiritual, en ese sentido, podría ser aquel que se deja poseer por la vivencia que le está aconteciendo. Dejarse, incluso, desbordar por ella y corromper sus propios límites al hacerlo.
El cacao se consumía así. La preparación de bebidas con los granos era un ritual y el árbol era sagrado. Mayas, aztecas y otros tantos permitían que la bebida produjera un efecto alquímico en sus cuerpos; porque sólo por la fantástica sensación que les dejaba después de tomarla, tenían certeza de su magia. Sabemos ya que el cacao tiene beneficios importantes para la salud (aunque no lo consumas concentrado en lo espiritual); particularmente que incentiva el flujo sanguíneo.
Pero, aunque parezca increíble, el chocolate mexicano está desapareciendo. Y tal vez sea porque lo hemos dado por sentado; lo hemos relegado a una historia antigua y muy lejos estamos de recibirlo o imaginarlo como un elemento sagrado. Pero aún hay guardianes del cacao.
"An Act of Resistance" (Mirra Fine, Daniel Klein) es un corto documental que nos sumerge en este panorama. Nos presenta a un chocolatero mexicano, que –resistente, pero con un poco de tristeza– cuenta que la producción en este país ha decaído considerablemente. Se lo atribuye a que los jóvenes herederos de la siembra de cacao, no se quieren dedicar a la agricultura, pues esta representa pobreza. Y esto no es una suposición arbitraria, la vida en el campo y sus productos han perdido valor; pero, en gran medida, es porque se los hemos arrebatado. Por otro lado, una mujer dedicada al cultivo del cacao, nos relata su estrecha relación con los árboles. Les profesa un cariño profundo y les habla. Con una mirada perdida –como si fuera la última– se despide, advirtiendoles que, cuando ella los deje, "los cacaoitos" también dejarán este mundo.
Pero podríamos experimentarlo de nuevo desde lo espiritual. Dejarnos permear por la experiencia del chocolate mexicano. Dulce o amargo, definitivamente su sabor nos emociona. Pero podríamos permitir que nos desborde. Al chocolate mexicano hay que volver a encontrarlo; comerlo; darle lugar en recetas contemporáneas; probar por primera vez su cara ancestral. Si le devolvemos su valor, tal vez no tengamos que dejarlo ir.
Cuando el documental termina y ya estamos desprevenidos, nos arroja una cita del escritor Ernest Hemingway: “El mundo los rompe a todos y, después, algunos son fuertes en los lugares rotos.” México, sin duda un lugar fragmentado, logra reconciliar sus piezas dejándose atravesar por las raíces de sus creencias sagradas. En otras palabras, tal vez más humildes: a casi todos nos encanta el chocolate; para mantenerlo vivo, sólo hay que seguir disfrutándolo.