Muchos mexicanos podrían quedar escandalizados frente a la siguiente afirmación: los dorilocos son una muestra icónica, no sólo de nuestra gastronomía, también de nuestra identidad.
Vale la pena analizarlo. Y es que esta remezcla densa de nachos, salsas, frutas, verduras, cueritos y hasta gomitas dulces nos representa con auténtica franqueza. Tal vez no lo habías pensado, pero de la historia sobre los orígenes de este platillo y su obscena, pero alquímica combinación de sabores, podemos extraer delicadas metáforas sobre el ser mexicano.
Sobre el origen de esta delicia…
Si no has probado los dorilocos te estás perdiendo de una experiencia mística. Hablemos de la multiplicidad de texturas: lo crujiente de los doritos y los cacahuates japoneses; lo suave de las gomitas; el confuso cuerito; las refrescantes verduras y frutas, y, si dejas todo macerando en limón y salsas picantes, ahí la tienes: la sopa primordial.
¿Cómo llegó a nosotros esta curiosidad? Abundan las teorías. Algunos dicen que del norte, otros que del centro del país; otros más que fue la marca de "papitas" la que comenzó a difundir la receta, buscando que los mexicanos no dejemos nunca atrás la adicción a las chatarras. Cada explicación nos deja con más preguntas que respuestas, pero todas abonan de alguna manera al argumento: los dorilocos son signo de mexicanidad.
La revista Eater, que describió a esta como "la botana más loca del mundo" cuenta una versión interesante. Los dorilocos han existido por aproximadamente 15 años y son hijos de una receta similar: los tostilocos.
Según el historiador de comida mexicana Gustavo Arellano, ambas recetas surgieron como una manifestación mexicana para recuperar el legado de productos gringos que habían sido legitimados en el mercado estadounidense por llamarse mexicanos, aunque no lo fueran. Lo sabemos: aunque estén remotamente inspirados en nuestros sabores y usen versiones sintetizadas (en muchos sentidos, por cierto) de nuestros ingredientes, ni los tostitos, ni los doritos son mexicanos.
Pero tomar un producto muerto culinariamente; inorgánico en cierto sentido —como la botana empaquetada— y transformarlo en una nueva vida, en un platillo con mil historias, de receta incierta, que se modela conforme al paladar del cocinero: ahí está lo mexicano.
Jason Thomas Fritz, periodista residente de la Ciudad de México, está de acuerdo con Arellano. Afirma que tostilocos y dorilocos nacieron en el norte, en Tijuana, donde la gente es experta en preparar deliciosas y definitivamente exageradas botanas (como las Chips con dulces de tamarindo, salsas, cacahuates, pepinos, limón y un buen chorro de clamato). Las variaciones que han ido surgiendo nos hablan de la identidad, referentes y prioridades de cada región.
También en Más de México: 9 cosas que tú puedes hacer para conservar la gastronomía mexicana.
Los dorilocos: una oda a la identidad mexicana
La mezcla de sabores e ingredientes y la versatilidad en su forma de ser concretados en el plato, nos hablan del inmenso y efervescente sincretismo que marca a cada mexicano. Los atrevimientos menos elegantes —como el bocado que reúne cuerito de cerdo, cacahuate japonés y gomita— nos recuerdan el latente surrealismo que provoca una oscura fascinación hacia lo mexicano en extraños y propios.
Por otro lado dijo Daniela Galarza para Eater: "Lo más memorable de la experiencia culinaria no es el picante, el caos o la salvaje cacofonía de sabores — es el dolor de tus glándulas salivales, trabajando para lograr la estasis en medio de una embestida de demasiado sodio" El sodio, el caos, el picante; este toque mexicano, en ocasiones, autodestructivo; sin duda un deseo mortal de llevar el cuerpo y sus sensaciones al límite; paradójica pasión mexicana que quiere consumir a toda costa las delicias de la vida.
Como señalan en la afamada revista gastronómica los dorilocos son "un alimento fundamentalmente rebelde", signo de resistencia identitario frente a la supremacía de las marcas comerciales que todo pretenden homogeneizar; recuerdo de que a los mexicanos nos encantan las rupturas y sabemos que una pizca de dolor en la boca, en la panza, en los labios es deliciosa no solo por el contraste con el placer: es placer en sí misma.
Un par de recetas
La experiencia completa de los dorilocos está en la calle; pero si ya no puedes con el antojo, ahí te van un par de recetas clásicas. Y por supuesto, no lo olvides, la bolsa de doritos aguarda corrupciones que solo tú puedes ofrecerle, date la oportunidad de experimentar…
Ingredientes para unos dorilocos clásicos (4 porciones)
4 bolsas Doritos Nacho
1 taza jícama en cubos
1 zanahoria rallada
1/2 pepino pelado y en cubos
1/2 taza cueritos colados, picados
1 taza de cacahuate japonés
El jugo de dos limones
Chamoy líquido al gusto
Salsa picante y chile piquín al gusto
Abre las bolsas de doritos con unas tijeras, en sentido horizontal. Rellena con los ingredientes, en el orden de tu preferencia. Adereza con jugo de limón, salsas y chiles en polvo.
Ingredientes para dorilocos "Corn and Cheese", una receta inspirada en la cocina Tex-Mex (4 porciones)
4 bolsas Doritos Incógnito
1 taza queso amarillo fundido
2 jitomates sin semillas y en cubos
1/2 taza granos de elote dulce
1 taza chile en vinagre
Abre las bolsas de doritos con tijeras en sentido horizontal. Vierte un poco de queso fundido sobre los "nachos" y, después, agrega los demás ingredientes.
*Imagen destacada: Eater.