Está clarísimo que internet y las redes sociales digitales han cambiado para siempre nuestra forma de interactuar. En más de un sentido nos conectan y, especialmente nos acercan a personas y mundos que sospechábamos muy lejanos.
Por otro lado, también se han prestado para ser espacios donde se ejercen formas inéditas de violencia y los múltiples huecos que hay entre las leyes existentes y las posibilidades que presentan las redes son enormes. Y aunque está clarísimo que nos toca proteger la genuina pluralidad de internet y la delicia de poder distribuir, intercambiar y modificar contenidos libremente; también tenemos que reconocer los límites que potencialmente lastiman.
Pocos nos hemos lanzado a identificar estos límites y a defender estos nuevos derechos y muchos menos con la valentía y determinación de Ana Baquedano, una joven activista que consiguió que la pornovenganza sea considerada delito en el estado de Yucatán. Por esa hazaña, por cierto, ganó el Premio Estatal de la Juventud 2018 en su estado.
Sí, Ana Baquedano puso el dedo en un asunto tristemente cotidiano, pero del que aún no se habla suficiente. La pornovenganza consiste en la difusión de material visual de carácter erótico o pornográfico (como los populares "nudes" o fotos de desnudo) sin el consentimiento de la o las personas que aparecen en el mismo.
El fenómeno ocurre frecuentemente en el terreno digital y se le denomina "venganza" porque está asociado a la práctica de difundir este material que se recibió directamente de la víctima (sí, esto de manera consensual) para humillarla, amenazarla o extorsionarla (esto último también conocido como sextorsión).
Sin duda es un asunto muy grave contra el que Ana Baquedano decidió luchar, después de haberlo experimentado ella misma. Y hay que agradecerle, pues ahora en Yucatán se castigará con cárcel (de seis meses a cinco años) a quienes practiquen pornovenganza.
Tuvimos la fortuna de comunicarnos con esta increíble mexicana y le pedimos algunos consejos para ayudarnos entre todos a cambiar el panorama que da lugar a estos actos de violencia. Te compartimos la entrevista:
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+DMX: ¿Qué pasos concretos tuviste que seguir para traducir algo que parecía un problema personal (aunque evidentemente es colectivo) a una ley?
AB: A pesar de que yo pueda compartir cuáles fueron los "pasos concretos" que seguí, no considero que puedan ser generalizables porque todas las historias, procesos, estados, congresos son diferentes.
Lo que sí me gustaría enfatizar es que yo primero necesité estar en paz en mi proceso antes de poder pensar en apoyar a otras personas.
Me tomó mucho tiempo reapropiarme de mi historia, hasta el punto de sentir que nadie más que yo tenía poder sobre ella, y fue entonces que pude ponerla al servicio de otras.
Ya que decidí que mi historia se iba a volver una herramienta para mí, yo me convertí en el vehículo de un mensaje y como tal, tuve que empezar a sentir una gran responsabilidad sobre lo que estaba queriendo transmitir, y las implicaciones que tenía.
A mí me sirvió mucho aprovechar todos mis espacios y todas las oportunidades que se presentaron para hablar del tema, a la audiencia que fuere, porque lo importante era que más personas supieran del tema y tuvieran acceso a una perspectiva distinta.
Así se me fueron abriendo las puertas a distintos foros, a conocer a otras personas pasando por lo mismo, a detectar sus necesidades reales, y pude usar esas oportunidades para proponer un proyecto de ley.
Creo que la enseñanza más valiosa de todo mi proceso y la que me gustaría compartir es que si tienes amor y pasión por tu causa y se lo contagias a otras personas, si te atreves a preguntar, a proponer, a insistir, tienes gran parte del camino ganado.
+DMX: ¿A qué retos te enfrentaste en ese proceso?
AB: Creo que el mayor reto para mí ha sido enfrentarme a eventos y situaciones que me asustan, y atreverme a seguir adelante. Hasta la fecha, cada vez que voy a dar una conferencia, se me revuelve el estómago y me sudan las manos, porque por supuesto que es aterrorizante pararte frente a una audiencia y hablar de un tema que te apasiona muchísimo, deseando que las personas se interesen y se involucren.
También ha sido un reto muy grande sentirme capaz de hablar y defender mis ideas ante autoridades, especialistas, funcionarios/as públicos/as, pero creo que es cuestión de convencerte a ti misma de que tienes los conocimientos, la capacidad y el impulso para lograr tus objetivos.
Aunque de miedo y muchas veces quiera quedarme escondida en mi cuarto viendo Netflix, el recordar que no lo estoy haciendo por mí sino por todas las personas que necesitan apoyo, hace que todo valga la pena.
+DMX: ¿Qué recomiendas que haga una víctima de porno-venganza y sextorsión dentro y fuera de Yucatán?
AB: A todas las personas siendo víctimas de sextorsión o de difusión no consentida de imágenes y videos íntimos les recomiendo no pasar por eso solas. Buscar apoyo es importante, así sea que sólo se lo cuenten a sus papás, a su mejor amigo/a, a el/la psicólogo/a de la escuela, el hecho de no estar solo/a frente a este problema va a ayudar a que no lo vean más grande de lo que es, a que recuerden quiénes son y a que tengan presente que su valor y el cariño que les tienen tus seres queridos no va a cambiar.
También recomiendo que se recuerden a sí mismas que todas las personas tenemos derecho a una vida sexual y nadie tiene porqué hacernos sentir mal al respecto. La sexualidad es parte de nuestras vidas, énfasis en "parte". Unas fotos o unos videos de su cuerpo desnudo ni las definen ni dicen nada de quiénes son como personas.
Tampoco hay que creer las cosas negativas que diga la gente, ya que no son personales. No se refieren a ellas, ya que, si le hubiera pasado esto a cualquier otra persona, le dirían exactamente las mismas cosas. Por eso, hay que recordar que la única versión de nosotras que importa es la nuestra.
Si quieren denunciar, pueden marcar al *5533 para buscar asesoría psicológica y jurídica, pues es el número de Consejo Ciudadano y ellos pueden ofrecer orientación. Deben procurar no borrar la evidencia que tengan, aunque no les guste verla. Es importante tener las amenazas y los mensajes que hayan recibido como pruebas de lo que están viviendo.
En fin, lo más importante es que recuerden que no es su culpa, que no fue un error y que no tienen nada de qué avergonzarse.
+DMX: ¿Cómo le comunicamos este tema a los jóvenes? Especialmente para que sepan que vale mucho la pena cuidarse unos a los otros…
AB: Creo que lo que hace falta es cambiar completamente nuestra estrategia de prevención. Nos concentramos mucho en que aprendan a "no exponerse", a "proteger sus datos", a "cuidarse", y se nos olvida visibilizar todas las formas en las que nosotros/as contribuimos a la violencia.
Se nos olvida comunicar el enorme poder que tienen nuestras palabras y nuestras acciones y su capacidad de transformar la realidad en la que vivimos. No decimos lo suficiente que podemos construir espacios seguros para los/las demás, y que finalmente éstos servirán para cuidarnos a nosotros/as también.
Tenemos que dejar de educar para cuidarse de otros/as y concentrarnos en educar para cuidar a los/las otros/as.
+DMX: ¿Cómo alentamos a las víctimas a narrarse? ¿Cómo podemos abrir desde el más ínfimo núcleo social espacios de confianza o, por lo menos, incentivarlos?
AB: A cada persona la empoderan cosas diferentes y tenemos formas distintas de comunicarnos con el mundo. Para mí puede ser hablar, pero para otras personas puede ser escribir, bailar, pintar, crear, y demás.
Yo he descubierto en mí que exponerme vulnerable ante los demás me hace sentir más fuerte, porque mi miedo a que los/las demás me expongan desaparece cuando yo lo hago. Me doy cuenta que desnudarme, en sentido literal o figurado, me ha demostrado que hay muchísimas personas pasando por lo mismo que yo, con los mismos miedos e inseguridades, y que no estoy sola. Contar mi historia me hace sentir más humana, y que le pueda servir a los/las demás, me envuelve con un sentido de comunidad y responsabilidad social que me mueve muchísimo.
+DMX: Nos cuesta trabajo aceptar las (malas) condiciones en las que se encuentra nuestra sociedad, pero todos tenemos un poco de responsabilidad en ello: ¿Cómo comunicarlo y generar mecanismos para que se reconozca?
AB: A nadie nos gusta admitir que estamos haciendo las cosas mal, o que estamos haciendo daño. Es mucho más fácil señalar que reflexionar y deconstruirse. El trabajo más duro siempre va a ser personal y nunca se va a acabar porque nunca terminamos de aprender.
Creo que la mejor forma de comunicarlo es a través del ejemplo y del diálogo, pues a través de nuestras relaciones, impactamos otras vidas y cambiamos su entorno.
De verdad creo que con las pequeñas acciones que hacemos todos los días, cambiamos la realidad, para bien o para mal. Y si vemos a los/las demás con amor y compasión, podemos apoyarnos en este proceso de aprendizaje y convertirnos en una sociedad más justa que procure el bienestar de todos/as.
+DMX: ¿Cuáles serán tus próximos proyectos y qué podemos hacer para apoyarte?
AB: Junto con varias personas maravillosas que se han enamorado de la causa, constituí una asociación civil llamada Consentimiento Digital, A.C. De momento se encuentra en etapa de estructuración pero a través de ella buscaremos seguir promoviendo esta sensibilización y cambios de conducta que ayuden a construir una cultura de respeto a la intimidad.
Al ser la sextorsión y la difusión no consentida de imágenes y videos íntimos unos temas tan sociales y cotidianos, se requiere que todas las personas revisen de qué forma están participando y contribuyendo a que se mantengan. Si ofrecemos apoyo a las personas que nos rodean, si promovemos el respeto, si nuestro mensaje es positivo, estaremos haciendo muchísimo por las víctimas y muchísimo también por la sociedad en su conjunto.
+DMX: ¿Qué otras causas sociales y problemáticas colectivas tienes en la mira y piensas que se ligan con este problema?
AB: Creo que las problemáticas de sextorsión y difusión no consentida de imágenes y videos íntimos están por supuesto, estrechamente ligadas a la violencia de género, al machismo y al sexismo. Son una expresión más de la idea cultural de que la mujer es y está para el consumo social, y no para ella misma.
También el uso irresponsable de las redes sociales para lastimar a otras personas por medio del anonimato, promueve que se mantengan estas formas de violencia. La incapacidad para distinguir entre lo público y lo privado en la era de redes sociales se une a esto.
Como todas las problemáticas sociales, éstas tienen muchas aristas, pero si promovemos el respeto a todas las personas y la equidad de género, contrarrestamos muchas de ellas.