Sabemos que en México la cultura ha girado enormemente en torno al maíz. Este cereal que nació gracias a la domesticación por el hombre a partir del teocintle, fue convirtiéndose en eje de la cultura de múltiples etnias indígenas. Aparece prácticamente en la mitología de todas.
Lo anterior no es casualidad, el maíz, tan generoso, en combo con el frijol y la calabaza hacen un mix nutritivo que mantuvo a millones de mesoamericanos en condiciones saludables durante milenios.
En estos días, a finales de septiembre, desde hace miles de años es la época de cosecha del preciado maíz. Entre el 28 y 29 de septiembre se hacen las primeras elotadas; en ellas suele recolectarse la hermosa flor de pericón (yauhtli) y colocarse en las esquinas de los cultivos, las casas, puertas., etc. Esta costumbre es, de hecho, de orígenes prehispánicos (su adecuación colonial coincide con el día de San Miguel Arcángel): solía agradecerse a Tláloc por las cosechas con esta flor.
Por ello, desde el 2012 organizaciones miembros de la campaña Sin Maíz no Hay País, han promovido y declarado el 29 de septiembre como el Día Nacional del Maíz en México.
En los últimos años diversos movimientos, como el de Tortilla de Maíz Mexicana, han impulsado el retomar el cultivo de semillas nativas (que son las que verdaderamente guardan las milenarias propiedades nutricionales del maíz).
Para celebrar lo generoso que el maíz ha sido con el mundo (es el primer cereal consumido a nivel global), y en especial con tierras mexicanas, el 29 de septiembre, fecha en la que por cierto se celebran las primeras elotadas, fue designado como el Día Nacional del Maíz.
En palabras de Guillermo Bonfil (miembro de Sin Maíz no hay País):
En muchos lugares los primeros elotes suelen cortarse a fines de septiembre y por ello se elije el día de san Miguel, que se celebra el 29 de ese mes, para hacer diversas ceremonias. En el centro de México suele recolectarse para ese momento la flor del pericón, una variedad del cempasúchil, también ceremonial; con ramos de esta flor amarilla, luminosa, se forma una cruz que protege las cuatro esquinas de la milpa, las casas, los lugares de trabajo y aun los vehículos en que se transporta la gente del campo. En la región centro-Montaña de Guerrero se dice que así ahuyentan al Mayantle, que es la hambruna, de manera tal que al colocar las cruces de pericón se espanta el hambre.