"Ante los ojos testigos somos solo una palabra en un pedazo de papel"
Extraño pero verdadero (Lipkes, 2018)
Ávidos de significado, vamos los humanos buscando símbolos. Cuando necesitamos dosis ínfimas, los encontramos encarnados en "banalidades". Si el ansia es grande, nos perdemos en el laberinto del arte, la religión y otras expresiones del estilo.
Pero cada espacio donde decidimos invertir tiempo cumple con características cuidadosamente definidas: nos quedamos solo con eso que tiene cabida en nuestra identidad, con eso que nos hace sentir cómodos, en cada caso. Lo demás lo tiramos a la basura. ¿Y esa basura a dónde se va? ¿Quién la recoge?
La basura simbólica y la material se parecen mucho. Sobre todo en este país, donde no terminamos de hacernos cargo de ninguna, solo la dejamos caer. La basura material son envases, bolsas de plástico, televisiones antiguas, juguetes rotos y cáscaras de naranja. La simbólica son las las cosas que no nos gustan, las malas noticias, las responsabilidades que evadimos, las pequeñas violencias que articulamos.
A veces depositamos la basura "donde va", aunque de su destino final sabemos poco. Pero hay sujetos encargados de esconderla, responsables de alguna forma de procesar eso que nosotros ya no queremos ver, de eso que preferiríamos no saber más. ¿Quiénes son estos sujetos? ¿Y cómo son sus vidas? Las respuestas son alumbradas en "Extraño pero verdadero", una película imperdible de Michel Lipkes.
Técnicamente magnífica, por las buenas actuaciones, el genial soundtrack y una impecable fotografía en blanco y negro, regala una narración brillante. La trama es extrañamente sencilla: Jonathan y Yesi son dos trabajadores de un camión de basura y están enamorados. Sus vidas mantienen una frágil y desencantadora estabilidad, hasta que se encuentran con un cadáver entre los desechos que tienen que transportar. Esta alteración los envuelve en una vulgar aventura, en donde tienen que luchar contra una fuerza malévola y buscar a toda costa lo que, dadas las circunstancias, podría considerarse un final feliz.
Pero las grandes lecciones de la película son las que se manifiestan silenciosamente. Como otras grandes del cine mexicano, no se guarda ningún detalle sobre los mundos que nuestros medios masivos deciden invisibilizar, en el mejor de los casos, o victimizar, en el peor. Así, descubrimos uno de los miles de Méxicos que alberga esta tierra: el México de la basura.
La película enfatiza en algo muy duro: hemos naturalizado el hecho de que trabajar en la basura es relativamente "indigno"; y nos pone a pensar sobre el asunto: la basura es un trabajo indigno porque nosotros tratamos a la basura de manera indigna. Si no fuera por eso, tal vez esos desechos no serían tan evidentemente basura.
La basura está sucia porque no la separamos correctamente, no la limpiamos, no la composteamos en su caso, nos importa un bledo si puede o no reciclarse. Nos importa aún menos continuar produciéndola.
Así, es improbable que la basura sea un asunto limpio; al contrario es un revoltijo de desechos, irresponsabilidad y desdén. Y quienes se encargan de este revoltijo, pasan a ser agentes transparentes que alejan a los otros sujetos de todo lo que podría ponerle trabas a la también frágil y desencantadora "estabilidad" de nuestro México contemporáneo.
Así, se transforman en extraños fantasmas, en ángeles guardianes de la limpieza, pero que tienen que transitar constantemente de la "vida cotidiana" de los que tiramos basura, al infierno de "los basureros", desiertos con dunas hechas de basura, donde residen toda clase de cosas (hasta cadáveres).
Estos contrastes tremendos se hacen evidentes en "Extraño pero verdadero", que juega descaradamente con la división entre lo bueno y lo malo. La basura es mala, sin duda, pero el bien y el mal se transforman aquí en categorías de interpretación que van cambiando de significado en distintos terrenos: la basura de unos es el oro de otros; pues los personajes aprovechan la basura de múltiples formas para sobrevivir. En primer lugar, es la materia prima de su oficio.
No es solo la división entre bien y mal lo que se complejiza. Haciendo honor al título, también aquella que puede marcarse entre lo extraño y lo verdadero. La película presenta momentos de explícito surrealismo, donde (como en la obra de David Lynch y Luis Buñuel, por ejemplo) nos sugiere que todo lo que está pasando es un sueño; pero que, de alguna forma, es verdadero dentro de la lógica narrativa de esta fantasía; en ese sentido, tal vez nunca despiertes.
Es muy crudo encontrarse con que así funciona nuestra realidad local. Lo malo, la basura de nuestra realidad, nos parece un extraño sueño; pero la verdad es que su materialidad nos está alcanzando. Su veneno se filtra en nuestra imaginación, en los medios, las películas, las noticias.
Como la basura que no dejamos de producir, está volviendo a nosotros. En el mar, por ejemplo, casi hay más basura que peces. En México, por ejemplo, hay cada día más noticias de violencia que de cualquier otro tipo.
Al mismo tiempo, esta película, como luz que alumbra las regiones que hemos oscurecido a propósito, nos recuerda que si todo esto que estamos dejando fuera, en la basura, fuera tratado con un poquito de dignidad, las cosas podrían ser distintas. La basura podría ser un recurso y quienes se hacen cargo de ella, sin duda deberían ser tratadas como personas. Y las cosas extrañas que se cuelan a nuestra región de verdad podrían resolverse.
La película no regala el lujo de hacernos responsables. Y es que ante los ojos testigos, los sujetos y los significados que se están dejando al margen, son solamente palabras en un pedazo de papel, palabras aisladas, que no importan, que no simbolizan, que no resuenan. Pero si nos detenemos a escucharlas, todo podría cambiar. Podríamos hacernos de muchos pequeños finales, que dadas las circunstancias, serían bellísimos.
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