No es de extrañarse: damos por sentado lo cotidiano. Pero no deberíamos pues en las expresiones más ínfimas se encuentra el secreto de nuestras identidades. Por eso hay que amar las cosas más comunes, como la comida y, particularmente, la comida callejera. Sí: las garnachas, los meros changarros y puestitos, las delicias que por unos cuantos pesos alimentan a millones de transeúntes a todas horas del día.
La comida callejera mexicana significa mucho más de lo que parece y es ampliamente concurrida por sujetos de todas las filiaciones y de todas las clases sociales. Algunos platos callejeros, implican tanto para nuestra identidad que ya se transformaron en la carta de presentación de nuestro país en el mundo, hasta en los circuitos más "refinados".
Por otro lado, comer lo que ofrecen en la calle es una forma bastante fácil de apoyar la economía local y hasta consumir ingredientes de la zona. Además, hay algo precioso en el hecho de visitar una y otra vez el mismo puesto, hacerte amigo y confidente de los taqueros, las señoras de las quesadillas o el chico de las frutas y más lindo aún, hacer comunidad en torno a una comida: como llegar a los tacos de noche, a refugiarte de la lluvia bajo una lona, saludar a todos con un "buenas" y despedirte con cariñoso "provechito".
La comida callejera está ligada a toda clase de memorias personales, como ir con tu mamá por unos esquites a la esquina, o que tu abuelita llegue a la casa con una enorme bolsa de churros o compartir un helado en las callecitas de tu colonia, mientras "echas el novio o la novia". Estas son cosas que mantenemos vivas a través del paladar, revelando lo vital que es la calle como espacio público para cada uno de nosotros.
Por otro lado, dado que los alimentos de muchos, especialmente de los sujetos trabajadores, se sostienen gracias al enorme sistema de comida callejera —que es buena, bonita y barata— hemos prácticamente naturalizado la cantidad de basura que nos permitimos producir durante el día. Sí, los desechables son un tema del que urge hablar y que hay que, eventualmente, desechar a través de acciones simples y realistas.
El asunto es que la comida callejera es un fenómeno masivo y tal vez por eso, poco valorado. Así, si quieres reencontrarte con estas delicias, estas memorias o conocer a profundidad nuestra gastronomía más honesta, espontánea y deliciosa, te compartimos una guía de la comida mexicana callejera, en otras palabras: un mapa del paraíso.
*Imágenes: 1, 3, 5) Munchies/Vice; 2 y 6) Eater; 4) Food and Travel; 7) Más de México