Pancho Villa es un personaje contradictorio. Por un lado tenemos su merecida reputación de bandido, violento y autor de incontables fechorías. Por otro, está el crucial personaje para que el reparto agrario de tierras se volviese una realidad, y con ello miles accedieran por fin a un pedazo de tierra como patrimonio. Finalmente tenemos al icono de la astucia y el ingenio –cualidades quizá afinadas por su paso en la sierra, donde debía con frecuencia mantenerse escondido–, y que como estratega de guerra le valieron incluso para ser referente entre los nazis durante la Segunda Guerra Mundial. Pero sin importar desde cuál de las facetas de su vida le abordemos, lo que parece indiscutible es que la de Villa fue una figura legendaria.
Uno de los más épicos episodios de sus andares es aquel que suele compararse con el Caballo de Troya, aquel suceso que Homero relata en su Odisea, y que involucra un artilugio utilizado por los griegos para penetrar la hermética ciudad troyana.
En el caso de Villa, el tren que circulaba desde Ciudad Juárez hasta Chihuahua, en el año de 1913, sustituyó al monumental caballo de madera.
Villa había reunido unos 3 mil hombres para combatir a las fuerzas federales en Chihuahua, que estando mucho mejor armadas, lograron repeler el embate. Entonces Villa ideó un plan astuto, recordado como el Caballo de Troya con el tren de Chihuahua. Lo que hizo fue camuflar a sus soldados al interior del tren vaciando completamente la carga de carbón que llevaba; su ejército fue tomando cada estación para que no pudiesen avisar en Juárez y finalmente el tren entró triunfal al centro de esta ciudad, sin que nadie lo esperara, alrededor de las 2 de la mañana .
Cuando llegaron los soldados de Villa, los federales estaban completamente absortos, jugando a las cartas, en burdeles o bebiendo de manera apacible. Fue entonces cuando los hombres ocultos retomaron su cualidad de combatientes y arrasaron con las fuerzas federales.
Sin duda este capítulo es uno de los más memorables de la Revolución. Las hazañas de Villa, su naturalidad, quedaron plasmadas en ocurrencias estratégicas que resultaron decisivas cuando, once años después de iniciada la lucha, se definió al ganador.
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