El patrimonio cultural y la memoria histórica de México están de fiesta. Luego de siete años de labores, finalmente han quedado al descubierto los restos del principal Templo de Ehécatl, dios del viento entre los mexicas, y una esquina del Juego de Pelota. Ambos descubrimientos se registraron en un predio ubicado detrás de la Catedral Metropolitana. Al parecer ambos edificios estuvieron en uso al menos cuarenta años, y se clausuraron con la llegada de los españoles, en 1519.
En el templo, que supera los 30 metros de longitud y tiene forma de serpiente, se rendía culto a Ehécatl, una de las principales deidades de los mexicas y quien, según el profesor Eduardo Matos Moctezuma, investigador emérito del INAH y fundador del Proyecto Templo Mayor, peinaba los cielos con los vientos y atraía la lluvia –razón por la cual justo enfrente se localizaba el adoratorio a Tláloc, dios de la lluvia.
Incluido en el hallazgo, a cargo del Programa de Arqueología Urbana (PAU), destaca una plataforma de nueve metros que se ubicó junto al Juego de Pelota, y está alineada al adoratorio de Huitzilopochtli. Esta plataforma incluía una escalera, posible acceso a la cancha, bajo la cual se descubrió una ofrenda ritual con restos humanos: los huesos cervicales de 32 personas. De acuerdo con Raúl Barrera, responsable del PAU, estos restos provenían seguramente de víctimas cuyo sacrificio estaba asociado al Juego de Pelota. Pero antes de horrorizarnos con este hallazgo, es pertinente recordar que el contexto cultural era completamente distinto al nuestro y que, incluso, los mexicas concebían que los sacrificios eran necesarios para mantener la vida del cosmos, es decir, no era un ritual de muerte sino uno de vida –aunque esto nos parezca hoy paradójico–.
El centro de la actual Ciudad de México corresponde con el corazón de la antigua Tenochtitlán, capital del imperio mexica. Por esta razón, se trata de un área con una historia desbordante, repleta de templos, plazas y otros vestigios, muchos aún ocultos bajo iglesias y otras edificaciones, tanto coloniales como posteriores. Ahí están el Templo Mayor, Tlatelolco, y otros que ya fueron descubiertos y desvelados, sin embargo hay buenas razones para presumir que aun yacen incontables tesoros, esperando a resurgir. Afin de cuentas recordemos que la interacción entre pasado y presente, mantiene en México una viveza asombrosa y siempre inquieta.