Indagar sobre la vida de Carmen Mondragón (Nahui Olin) despierta sentimientos numerosos. Por un lado fue una mujer liberal que dinamitó los tabúes sexuales de su época, primero dejando a su marido, luego iniciando una historia amorosa y altamente erótica con el Dr. Atl (lo sabemos pues solía exhibirse en la azotea del ex convento de la Merced). Por otro existen macabros rumores sobre su participación en la muerte de su hijo.
Las peleas y los celos en su relación con el gran artista de los volcanes (Dr. Atl), 20 años mayor, le valieron también algo de fama de loca, y ello se corroboró de algún modo cuando luego de la muerte de su novio, Eugenio Agacino, Olin se alejó de mundo y solo se acercó a su soledad: "obligándola a aferrarse a lo único que le quedaba de su época de oro: harapos, maquillaje exagerado, uñas grotescas, una libertad que le costó su cordura. "
Olin amaba el erotismo, muestra de ello son sus pinturas, que aunque no figuraron con gran éxito en la escena pictórica de su tiempo, llevan un halo infantil muy especial. Quizá esas mujeres de ojos rasgados luminosos, como de gato, podrían haber sido pintadas por cualquiera, pero no; si uno examina atentamente esos ojos, existe un fulgor lúdico muy característico de ella.
Prácticamente son todos autoretratos. Olin danza con hombres, sus parejas, amantes, casi siempre desnuda. Sus ojos son siempre fulgurantes, quizá como su espíritu.
Parece que siempre quiso decir algo usando sus ojos; los que la veían lo sabían, y nos lo comunicó con sus pinturas… Aunque no necesariamente sepamos qué es, conocemos que el mensaje está ahí, en un brillo que solo ella tenía.
Nahui Olin y Agacino frente al mar
Nahui y Agacino frente a Manhattan
Nahui y Lizardo en Acapulco
Autoretrato de cuando era colegiala en París.