"Soy de aquí": tal vez una de las más complejas afirmaciones que uno puede hacer. Aunque la pertenencia sea ineludible, pues todos somos nativos de algún lado; comprometerse con un origen es intenso, es doloroso y, también un particular motivo de orgullo.
Para muchos, el origen no tiene importancia; para otros, lo es todo. Pero para las comunidades indígenas del país, si no se defiende el origen, se pone en riesgo al territorio y, consecuentemente, la existencia de la cultura.
Con eso en mente, la fotógrafa oaxaqueña Citlali Fabián, ejecutó el proyecto visual "Ben’n Yalhalhj/Soy de Yalálag": una serie de imágenes que celebran la resiliencia de los pueblos yalaltecos.
Como sucede con muchas otras comunidades, los yalaltecos se han diseminado por otras partes del país y del mundo. La migración es un imperativo, cuando el esquema de vida te presiona como lo hace el modelo occidental que, desde la conquista, rige a grupos culturales completamente diferentes, sin considerar sus particularidades.
Pero el origen resiste a través de las costumbres, la fiesta, la música, la comida, la lengua, las creencias, los mitos y leyendas, la vestimenta y hasta la mirada. Con sutileza, eso es lo que documentan las imágenes de Citlali, algunas enmarcadas en Yalálag, Oaxaca, otras en la Ciudad de México y hasta en Los Ángeles.
El proyecto comenzó como un ingenioso medio de comunicación entre Citlali y su abuela Chencha, hablante nativa del zapoteco. A falta de un idioma común (excepto por algunas escasas palabras en español), la visualidad entre ellas se fue tejiendo como un diálogo.
En la exploración de la vida cotidiana de los yalaltecas, Citlali encontró nuevas formas de entenderse y abrazar la identidad de su abuela, su visión del mundo. En sus palabras (citadas aquí por el New York Times), es vital "poder hablar de uno mismo y ser vistos desde nuestras propias historias humanas" para poder ser comprendidos.
Y, dadas las circunstancias, somos muchos los que sospechamos —como esta fotógrafa— que solo el constante diálogo, uno a uno, nos va a permitir modificar la dolorosa y compleja configuración de nuestras sociedades.
Mientras que las culturas no son estáticas —pues la dispersión y la migración (igual de personas, objetos e información) recomponen a las comunidades— es vital reencontrarnos con la propia tradición para entender por qué estamos leyendo el mundo de la forma en que lo hacemos. Y si alguien está dispuesto a escuchar nuestra historia y nosotros de ser recíprocos, poco a poco podríamos articularnos armoniosamente.
Dijo Citlali Fabián para el New York Times:
"La condición humana no se ve simplemente mirando. Tienes que tener paciencia y querer aprender más sobre otros."
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