Erase una vez… una búsqueda de piezas arqueológicas que me llevaron hasta una pulquería con aires surrealistas. Esta es la historia de ese singular viaje…
Hace unos días me desplazaba en transporte público rumbo a una cita con uno de mis clientes. Delante de mí, unos adolescentes se iban "de pinta", tal y como se delataban por sus uniformes de secundaria. Esos púberes alegraban el transporte con su clásico barullo inocente, con sus comentarios atropellados, con sus risas estridentes… Pero un par de ellos iban atentos a sus celulares, ensimismados en los contenidos que resplandecían en las pantallas. No tardé mucho en darme cuenta que jugaban el popular "Pokémon Go"; cosa que descubrí porque de repente y de modo intempestivo, se bajaron todos en tropel al grito de "¡Ahí hay uno!".
Los vi correr por la calle mientras mi transporte arrancaba en sentido contrario. Al verlos alejarse, una sonrisa de complicidad se dibujó en mi rostro pues por un momento me identifiqué con esos casi extasiados jóvenes que se dirigían en bandada a cazar extraños seres virtuales… Y no digo esto porque yo también sea un jugador del Pokémon Go. ¡No; para nada! A lo más, mi interacción más profunda con la popular aplicación han sido las palabras que escribo para éste artículo.
Pero entonces… ¿Porqué me sentí identificado con esos ávidos adolescentes, rastreadores incansables de personajes fantásticos? Pues por la simple razón de que yo, al igual que ellos, también "me escapo" eventualmente de la rutina diaria para irme a rastrear y localizar (¿"cazar"?) otra clase de seres… objetos del pasado. Personajes tangibles esculpidos en centenarias piedras.
Así, de la misma manera que esos adolescentes se "desconectaban" del mundo ante las pantallas de sus celulares, varias veces yo me he quedado observando durante largos minutos las paredes de vetustas construcciones, o los muros de antiguos jardines atriales, o las paredes de viejas iglesias del siglo XVI…
… Y más de una vez algún lugareño inquisitivo se me ha acercado a preguntar qué es lo que busco tan detenidamente con la vista clavada en los altos muros (y no los culpo ¡las iglesias también son blanco de los ladrones!). Así, para aliviar cualquier sospecha, siempre les explico pausadamente que me encuentro buscando "piezas sueltas de origen prehispánico”. Objetos arqueológicos que muy comúnmente fueron reutilizados para la construcción de diferentes edificaciones: al decir esto, siempre saco mi iPad y acompaño mis palabras con las fotos algunos de los "tesoros" de piedra que he localizado en recorridos anteriores: figuras abstractas, cráneos, deidades, motivos calendáricos…
La mayoría de esas ocasiones las personas exclama un "Aaah!" meditativo y se marchan… Pero en otras tantas se convierten en mis "cómplices", en mis "compañeros de caza" y me guían hacia otras calles del pueblo donde puedo encontrar más piezas reutilizadas; o bien me invitan a pasar al interior de las iglesias, a lugares "no abiertos al público” (covachas, azoteas, coros, patios y torres) donde se encuentran otras piezas: "caritas", "ídolos" o "figuritas" que es como ellos usualmente las llaman…
Los arqueólogos se refieren a estas personas como "informantes"; término muy adecuado dada la situación, pero que sin embrago para mí, en mi imaginación, me lleva a pensar en personajes de una novela de misterio…
Pero continuando con esta narración, fue justamente gracias a un informante, como llegué a una singular pulquería ubicada en el centro de Xochimilco… En este local, como parte de la mampostería de las paredes, pude localizar dos bellas rocas talladas de obvio origen prehispánico… Pero en este sitio mi "cacería arqueológica" -al igual que las novelas de misterio- también dio un giro inesperado atrapándome en una nueva "sub-trama": ¡El ambiente sin igual de esta pulquería!
La gente llega y se toma su pulque de la misma manera que cualquiera se toma un café en un establecimiento de franquicia: "Para beber aquí, ó para llevar".
El acto social de beber pulque en este sitio se convierte en una experiencia comunitaria: los clientes se sientan ocupando las pocas sillas del lugar, o bien, en las coloridas cajas de refresco acomodadas ahí para tal fin… ¡y las personas prefieren las cajas a las sillas!. No hay mesas ni barras… La gente se sienta de manera grupal, alineados contra las paredes de las habitaciones (¡si, es una casa!)… esto facilita la charla entre extraños… Los temas de conversación no se acaban, ¡evolucionan!: quien da inicio a la conversación llega, consume y se va… el tema sigue entre los restantes parroquianos quienes, a su vez y antes de retirase, lo transmiten a los recién llegados… Y así por varias horas. ¡quizá hasta que el local cierra!
Sin embargo, esto no es "ley" en este sitio. Respecto a las conversaciones, bien puedes participar de ella, ó solo escuchar; o platicar con tu acompañante. Nadie se ofende. Todos conviven a su manera, en silencio o dialogando, en grupos o en solitario
Así, las paredes tan viejas como la tradición misma forman parte de este ambiente de ensueño. Habitaciones sin techo en donde ¡¿por que no?!, puedes sentarte protegido de las inclemencias del tiempo, bajo sombrillas playeras y beber tu jarrito de pulque mientras los gatos de las casas contiguas corretean entre tus piernas.
Estudiantes, octogenarios, turistas australianos, gente de los barrios de Xochimilco, rockeros, ciclistas de fin de semana, antropólogos y diseñadores gráficos… Lo que bien pudiera ser una torre de babel temática se convierte en un oasis de personas degustando en conjunto una bebida ancestral.
En lo que al pulque se refiere (¡de excelente sabor y suave consistencia!)… No abundaré en este tema pues prefiero dejarlo netamente a la experiencia de ustedes mismos, queridos lectores, pues, ¡¿qué caso tiene narrar una experiencia de viaje si quienes la leen no la viven?!. Ustedes tienen que ir y probarlo por su cuenta… Sin embargo, reconozco que aquí nos encontramos con un pequeño problema: Los propietarios de la pulquería me pidieron no dar la dirección.
Pero viéndolo bien, esto no tiene mayor inconveniente pues, ¡al contrario!, se trata de una experiencia más en la que, si son atentos a la información del video que acompaña este artículo, con él podrán seguir las piezas arqueológicas sueltas que yo mismo seguí en el centro de Xochimilco hasta llegara a la pulquería.
Si no lo logran, de todos modos, con un poco de suerte podrán encontrar un informante que, al igual que me sucedió a mi, éste los podrá dirigir hasta su siguiente hallazgo en donde, lejos de encontrarse un Pokémon, podrán deleitarse con un delicioso pulque, ¡bebida ancestral de dioses y reyes!.