La naturaleza de la música mexicana es la remezcla. Aunque a muchos les pese: le debemos nuestra inmensa tradición sonora a la migración constante de personas, sonidos, ritmos, estilos, ideas e instrumentos. Y hasta lo más "clásico" —como los mariachis— es hijo de la remezcla y está destinado a ser combinado infinitamente.
Un delicioso ejemplo es la propuesta del reeggaetonero puertorriqueño José Fernando "Cosculluela", que no temió en cocinarse una cumbia-reggaeton con una buena dosis de mariachi, inspirado en una canción popera de los 90s en Chile ("Toma que toma" de Karen Paola).
Mucho de su imaginario sobre México (y en general lo "latino") es relativamente cliché, más parecido a la tradición "chicana" que a la compleja gama que compone la "vida mexicana", pero aún recurriendo al cliché, este perreo ofenderá a muchos. Aunque la canción no es ni la más pegadora, ni la propuesta la más arriesgada, nos encanta porque contiene y difunde con potencia el mensaje: la cultura está para mezclarse.
Hablemos, de entrada, del mariachi; género musical que nació cuando frailes españoles tuvieron contacto con los indígenas de Cocula, Jalisco y les enseñaron a usar instrumentos de cuerda, para después modificar sus atuendos a tal grado que simularan ser "elegantes" y pudieran, al paso de los años, presentarse en fiestas de alta alcurnia. Si nos detenemos a pensar en esta historia, hay algo relativamente siniestro detrás: los músicos cocas entreteniendo a personajes como Porfirio Díaz y sus invitados, es una imagen cuestionable.
Pero hoy el mariachi es sinónimo de tradición mexicana y le tenemos un respeto tremendo. O muchos lo tienen, por suerte acá nos atrevemos a remezclarlo y lo hacemos al ritmo de "Cosculluela":
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