Apreciar lo material es un acto menos banal de lo que parece. Porque la materia, no importa la forma que tenga, es lo que conforma al mundo, a nuestro cuerpo. Por eso, aquí te dejamos algunas de las materias primas mexicanas que configuran al territorio del país.
Quizá, el mayor acto de magia es la posibilidad de materializar cosas. Y si lo pensamos así, entonces, la forma en la que nos relacionamos con el mundo adquiere nuevas implicaciones. Sin embargo, actualmente hay diferentes creencias o ramas de pensamiento que apuestan por el desapego de objetos, personas, espacios e, incluso, de uno mismo. Es una premisa que tiene sentido cuando pensamos que el valor que le damos a la vida puede depender de ideas que nos hacen creer que tener ciertas cosas dota de sentido o valores determinados a nuestra existencia. Pero lo cierto es que, a veces, cuando intentamos hacer un ejercicio de desapego, olvidamos reconocer el valor de la materia. Eso que está ahí, que esculpe los espacios que transitamos, que guarda significados, como una forma de hacer memoria.
Podría parecer que el mundo capitalista, basado en el consumo, es sumamente materialista. Pero, si prestamos atención, podríamos argumentar exactamente lo contrario, porque no hay ningún cuidado o vínculo con los objetos. Sólo hemos logrado llevar a un nivel interesante de sofisticación al concepto de lo utilitario.
Con eso en mente, como una búsqueda por conectar con nuestro entorno, compartimos contigo algunas de las materias primas mexicanas que se extienden a lo largo del territorio. Te invitamos a hacer un acto alquímico para que materialices y transformes tu relación con la materia, pero para que, sobre todo, afloren nuevas preguntas.
Tezontle
El tezontle es una roca roja de origen volcánico (ígnea). Se ubica principalmente en las laderas de los cerros, volcanes y depresiones. Tiene componentes de bióxido de hierro, que es lo que le da su color rojizo. Este material poroso es receptor, captura agua, contiene (muchas posibilidades).
Cantera
La Cantera es un mineral natural que se ha formado por millones de años. Es el resultado de la compresión de ceniza volcánica y lava. Durante siglos, se ha utilizado como material de construcción y, también, de forma ornamental. La piedra de cantera es resistente y duradera. Sus texturas porosas, que a veces se comparan al mármol por sus manchas, hipnotizan con sus colores. Dota a los espacios de una calidez muy especial.
Jade
El jade es posiblemente la piedra de esta compilación que más se asocia con lo espiritual. Siempre tuvo una importancia ritual para las civilizaciones de Mesoamérica (desde el Preclásico hasta el Posclásico), pero también una política y económica. La máscara funeraria de K’inich Janaab’ Pakal, de Palenque, es una perfecta encarnación de su valor simbólico. Su variedad de texturas y verdes es tan rica como azorante.
Un dato curioso sobre esta piedra es que, como explica un artículo de la revista Arqueología Mexicana:
En general se asocia el origen de la palabra jade con el lejano Oriente. Sin embargo, el término proviene de la frase española "piedra de ijada", debido a su reputación, en la Nueva España del siglo XVI, de tener propiedades curativas, sobre todo para aliviar el dolor del hígado y los ocasionados por las piedras en el riñón.
Plomo
El plomo rara vez se encuentra en su estado elemental. Tiene muchas caras, muchas formas, y se usa para muchas cosas. Se derrite fácilmente, es flexible, pero también muy sólido. Además de servir para hacer balas, hay una tradición histórica de usar láminas de este elemento para escribir y dibujar.
Fluorita
Sus colores y texturas cautivan. Parecen de otro mundo. Cada fluorita, si la vemos de cerca, forma universos enteros. Aunque parecería que esta piedra semipreciosa es un objeto digno de admirarse solamente, tiene una infinidad de utilidades que permean a nuestra vida cotidiana.
Como explica la Secretaría de Economía:
Los usos de la fluorita son numerosos y distintos: se usa en la metalúrgica, en la industria del acero, en la producción de cemento, así como de aluminio metálico; en la producción de semiconductores; en la refinación de gasolina; en la producción de solventes, refrigerantes y espumantes, en la industria química; así como en la cerámica, entre otros.
A simple vista, las materias primas de México no son lo que parecen. Pasan desapercibidas cotidianamente cuando, en realidad, integran parte sustancial del mundo en el que vivimos.
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