Tiene 5000 años, y fue encontrada en los años 60 por arqueólogos estadounidenses en una cueva del valle de Tehuacán, en Puebla. Su nombre es Tehuacán162, y aunque no es la mazorca más antigua, si es la más vieja entre las que se tiene un ADN casi intacto. Por eso, nuestra milenaria y querida mazorca, ha aportado claves fundamentales para comprender la evolución del maíz.
Tehuacán162 se parece más al teocintle, la gramínea de la cual proviene el maíz. Pero sus cualidades parecen más a las del maíz, tal como lo conocemos hoy.
Recién, fue publicado en Current Biology el resultado de la secuenciación de su genoma, y entre los investigadores que participaron en el proyecto está la mexicana Jazmín Ramos Madrigal: “Aunque desde el punto de vista morfológico, es mucho más pequeña, da menos granos y más pequeños, Tehuacán162 ya tiene genes que son importantes en el proceso de domesticación del maíz”, apunta en el estudio.
“Otro de los genes que está presente es el bt2, asociado al almidón, al valor nutricional, del maíz”, comenta.
Y en el largo camino de domesticación, según los resultados de este análisis, digamos que el Tehuacán162 se encuentra a la mitad: con cualidades del maíz, y a su vez del teocintle.
Lo importante en descifrar esta ruta de milenios de domesticación, es que descubriremos la manera en que en Mesoamérica se logró ‘crear’ uno de los granos que, no solo fue el eje de una toda una cultura en la región, también es uno de los alimentos más completos a los que el humano ha tenido acceso: más aún con la formidable mezcla que hace con la maravilla que es la nixtamalización y el frijol como aliado.
El maíz es un grani sagrado, y en esta mazorca se encuentra codificada parte de su historia.