El mezcal es una bebida especial, poderosa en más de un sentido. En décadas recientes su consumo creció exponencialmente, tanto en México como afuera –en 2019 se consumió 35% más que el año anterior (Secretaría de Economía de Oaxaca)–. ¿Por qué el mezcal, que se consume desde tiempos prehispánicos, tiene hoy millones de adeptos alrededor del mundo cuando hace apenas unas décadas su consumo era casi completamente rural? La respuesta es que el mezcal tiene una magia innegable, que se manifiesta en su sabor, en su pureza, en “el estado” que detona al ingerirlo y en en su rico linaje cultural.
¿Por qué el mezcal podría ser la bebida alcohólica perfecta para consumo humano?
Hace unos meses compañía especializada en análisis y reseñas de bebidas Beverage Testing Institute, con sede en Chicago, declaró al mezcal como el destilado más puro del mundo. De acuerdo con Sergio Inurrigarro, quien preside la Asociación Pro Cultura del Mezcal, esto se debe a que el mezcal, a diferencia de las demás bebidas alcohólicas, proviene de polisacáridos, que tu cuerpo comienza a procesar al instante, lo cual acelera la asimilación y deja menor rastro en el organismo (y por lo tanto, se dice, produce menos resaca).
El mezcal es un poema, pero su consumo desmedido es insostenible para la tierra (y tal vez para tu psique)
Hablamos ya de la magia de esta bebida y luego de su probada pureza. Todo pareciera dispuesto para entregarnos infinitamente al consumo de mezcal. Sin embargo, esto es simplemente insostenible. Cada agave tarda en madurar aproximadamente trece años, el crecimiento explosivo en la demanda incentiva que se deforesten grandes extensiones de tierra para cultivar agaves y, en el caso de las especies silvestres que además son más cotizadas, su reforestación es insuficiente y su número se ha reducido sustancialmente.
En pocas palabras, no por que el mezcal sea un poema y su consumo un rito generalmente hermoso (aunque su consumo excesivo también puede abrir puertas oscuras), cuando lo bebas considera todo el esfuerzo de la naturaleza, de los campesinos que lo cultivan (y que no en todos los casos se benefician de tu consumo), y en el tiempo que toma al agave llegar al punto en que puede ser cosechado.
Al mezcal se le quiere, se le respeta y se le disfruta.
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