Zapata ha estado en boca de todos. Por razones diversas, claro está y con intenciones ciertamente encontradas. Eso siempre es buena noticia. Las discusiones en torno al ícono revolucionario y los movimientos que aún en el presente invoca suelen inspirar reflexiones muy valiosas, igual personales y colectivas.
Tal vez esa es la intención central detrás de la exposición "Emiliano. Zapata después de Zapata" presente hasta el 16 de febrero de 2020 en el el Palacio de Bellas Artes. Y
puede ser que, bajo esa misma premisa, se decidió inaugurar la publicidad de este evento con la polémica pieza de Fabián Cháirez. "La Revolución" muestra un Zapata muy distinto al que la mitología moderna construyó y aún en la postmodernidad explota.
Pero esta pieza no es la única que lo hace. Además de la propuesta de Cháirez hay otras, incluso menos contemporáneas, que retratan a Zapata como nunca lo habías visto. Hay un Zapata enterrado, cortesía de María Izquierdo. Y un Zapata que exhibe sus adentros, carne y hueso, plenamente humano: el de Arnold Belkin.
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Curada por Luis Vargas, este recorrido visual por distintas formas de ver y entender a Zapata a lo largo de estos 100 años. Como se explica en la página del INBA: "La exposición despliega las diversas, y a menudo contradictorias transformaciones de las imágenes de Zapata como héroe revolucionario, símbolo racial, guerrillero contemporáneo o bandera de las luchas feministas y los activismos contemporáneos."
A su manera, cada una de estas piezas es un homenaje al héroe y sin duda una forma de mantenerlo vivo entre los contemporáneos. Si comulgamos o no con las visiones múltiples que a lo largo de este siglo se han construido es otra historia. Lo que sí es que nos hace mucha falta poder ver a nuestros ídolos distinto, deconstruirlos y, sobre todo, dejarlos ser estandartes de otras luchas que necesitan a un buen caudillo.