En el imaginario mexicano, los cómics, historietas, monos y caricaturas, tienen un papel vital, aún en nuestro tiempo. Y aunque su época dorada fueron los años 40 y 50 —con series como las inmortales Memín Pinguín, Chanoc, Kalimán, La Familia Burrón y las Aventuras de Viruta y Capulina— aún hay en nosotros un gusto fuerte por estos formatos gráficos.
Felizmente, la UNAM acaba de lanzar su portal "Pepines", un enorme catálogo digital que contiene información e imágenes de las historietas mexicanas resguardadas por la Hemeroteca Nacional. Se trata de la versión en línea del acervo público más importante de este tipo. La base de datos se llama así para honrar a los lectores de la revista Pepín de 1950.
Hasta los años 80, la historieta mexicana era un tema clave de conversación cotidiana y una manera muy sencilla de conectar con cualquier clase de persona. Hoy son sobre todo un motivo de nostalgia y nuestra aproximación más clara a ellos es la caricatura política, que continúa siendo un medio importante para exponer posturas críticas (y también reactivas) sobre lo que está sucediendo en el país.
Pero hay algo del formato de la historieta mexicana que deberíamos rescatar en el presente. El investigador Armando Bartra lo puso así:
"Con pocos recursos y sin el peso de la academia ni el lastre de la tradición, la imaginería monera mexicana es culturalmente irresponsable. Pero también es ligera, desparpajada, libérrima. Frente a la mesurada armonía de la historieta europea y hasta del cómic norteamericano, nuestros monitos resultan excesivos, delirantes; producto de una creatividad desmecatada donde las convenciones del super-yo cultural, que encorsetan a los primermundistas, dejan paso a los desfajados impulsos del inconsciente tumultuario."
Y es que entre tanta desmesura del lado "visual" del imaginario (entre los memes, parodias en video blogs y otros deleites gráficos contemporáneos) estamos perfectamente acostumbrados a la crítica social, cuestionamiento, la simple burla y hasta la descalificación y plena difamación. Y ese "estar acostumbrados" hace que la función crítica de lo visual pierda potencia. En plena década de los 60, había historietas eróticas que podrían seducir a cualquier contemporáneo. Esos gráficos eran un grito de guerra.
Las historietas tienen una genial ventaja: combinan cuidadosamente esta labor que corrompe lo "correcto" —a través de buenos chistes y buenas preguntas— con una creatividad e ingenio, a veces geniales. Hay memes así, pero no suficientes. Y es tiempo de inspirarnos de nuevo.
También en Más de México: 7 historietas que el imaginario mexicano jamás olvidará