De la mirada extranjera a nuestra música tradicional han surgido fantásticas remezclas (como este trabajo de Phillip Glass con músicos wixárikas). Entre ellas destaca un curioso disco de 2009: March of the Zapotec de Beirut, proyecto que condensa el peculiar estilo del músico estadounidense Zach Condon y una abstracción de la compleja música regional de Oaxaca, cortesía de la Banda Jiménez, del Valle de Teotitlán.
Zach Condon, fundador de Beirut, es bien conocido por utilizar elementos icónicos de la música tradicional de distintos países para construir piezas más cercanas al pop y al indie rock. Al mismo tiempo, ha generado un estilo bastante homogéneo y muy propio que protege a las expresiones que retoma de sonar como clichés o simples e injustas "apropiaciones culturales".
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En el nombre de su proyecto, Beirut, se hace manifiesto este espíritu, pues refiere a la capital de Líbano, un espacio que vive distintos conflictos multiculturales que ni siquiera le corresponden (la lucha entre Israel y Palestina y entre los rebeldes sirios, el gobierno de ese país y el grupo terrorista ISIS). Así es la música de Zach Condon: una remezcla de la que no puede justificar el origen y un sonido en donde luchan tensiones de distintos mundos, pero, al final encuentran en el terreno que las recibe un momento de armonía.
Durante un viaje a Oaxaca en 2008, el músico se enamoró profundamente de la música local: sones, huapangos, vals y canciones de distintas variantes y en distintas lenguas. Especialmente fue marcado por las marchas fúnebres y nupciales, tradicionalmente interpretadas por bandas de viento serranas. Estas últimas, aunque al escucharlas recuerdan inmediatamente a las montañas oaxaqueñas, también se pueden ligar con las fiestas religiosas de zonas cercanas como Guerrero, Puebla y Morelos, donde es vital la banda de metales y las composiciones son muy parecidas a las enunciadas en el disco.
Todos los temas dejan este sabor familiar en la boca; aunque el más evidente sea, tal vez, el primero: "La llorona", que hace una referencia directa a la clásica canción de origen oaxaqueño que, en su versión tradicional narra la leyenda terrorífica bien conocida por los mexicanos. En la versión de Beirut lo que la letra pone en evidencia no es la historia típica, sino una serie de sensaciones que transmite el doloroso romance de La llorona y también de manera tangencial la forma en que en México se vive la muerte. En general, el disco está marcado por esta tercia de muerte, romance y pasión, haciendo un homenaje discreto a las emociones a la mexicana.
En el minuto 1.12 de esta pieza hay una pausa, típica en la música de banda de metales. Es un momento de descanso antes de retomar la pieza con mucha más fuerza, para seguir bailando. El descanso se marca con una trompeta (en este caso un clarinete) que toca solo un par de notas. El corte nostálgico y pasional de esta canción vuelve a esta figura tradicional algo realmente especial.
Así, para cualquier paisano, escuchar este disco puede transformarse en una rica experiencia para apelar a la nostalgia; aunque esta pequeña joya sonora también debería servir de inspiración para los creadores locales contemporáneos que en un arranque de respeto, miedo o, en el peor de los casos, clasismo, no se han atrevido a trabajar con la rica materia prima que ofrece la música regional mexicana. Pero que quede el delicioso March of the Zapotec como evidencia de que vale muchísimo la pena.
Escucha el disco completo que incluye el lado B Holland, otra creación interesante:
*Imágenes: 1) Still de videoclip “La llorona” de Beirut; 2) Crédito no especificado; 3) Oledoe/Flickr; 4) Crédito no especificado; 5) Nicolás DS/Flickr.