México es el segundo país del mundo con más plantas medicinales registradas. Los pueblos indígenas lo saben y, por eso, en muchas comunidades sigue siendo cotidiano su uso para librarla de muchos males del cuerpo, la mente (y hasta el espíritu).
Sin embargo, han perdido presencia en otras realidades colectivas, tal vez porque su uso y consumo no ha sido regulado de acuerdo a ciertos parámetros que los consumidores en general consideran aceptables. Pero como explica Juana Rodríguez y Betancourt, presidenta de la Academia Nacional de Ciencias Farmacéuticas, urge que las plantas medicinales sean usadas y reconocidas.
No solo porque tienen un montón de propiedades y porque están ligadas a una preciosa tradición que nos vincula intensamente con la tierra y la naturaleza, también porque podrían convertirse en productos medicinales de acceso fácil y económico. Por otro lado, es vital cuidarlas: muchas de las plantas medicinales que se pueden encontrar en estas tierras son endémicas y podrían extinguirse si se sobreexplotan.
Aunque sólo conociéndolas a profundidad y apreciando sus usos, les daremos valor suficiente como para usarlas, sin dejar de cuidarlas. Afortunadamente, a través de las tradiciones orales y las costumbres familiares se ha distribuido la experiencia de tratar distintas enfermedades con plantas tradicionales. Todos sabemos un poco sobre el asunto y lo recomendamos con convicción porque lo hemos probado.
Sin duda, la medicina tradicional es una de los aspectos más resilientes de nuestra cultura y el llamado contemporáneo es a tomarla muy en serio, pues promete ser una medicina sustentable, menos violenta, incluyente y ligada a un espectro amplio de creencias que se tiñe igual de lo científico y de lo simbólico.
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