Entre los paisajes fantásticos que hacen de México uno de los lugares más espectaculares del mundo, hay constantes interrupciones de concreto. Algunas son igualmente emocionantes, pero otras evocan una peculiar extrañeza; en el mejor de los casos, remiten al absurdo y en el peor, son llanamente feas o innecesarias.
Las casas de interés social, por su parte, evocan algo verdaderamente siniestro, pero también un extraño placer para la vista que posiblemente deriva de su singular simetría. Estos atributos atrajeron al ojo del brillante arquitecto y fotógrafo mexicano Jorge Taboada, quien dedicó una exquisita serie de imágenes al análisis de estos monstruosos conjuntos de viviendas que se encuentran en las afueras de casi todas las ciudades del país.
Como sucede constantemente con los proyectos gestionados por gobiernos mexicanos, algunos desarrollos se quedan solamente en eso. Inacabados, abandonados, aislados y grises, conjuran una cualidad ciertamente apocalíptica que también es seductora para el ojo de un creador como Taboada.
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Y aunque sus imágenes son finísimos retratos de esta infraestructura, también funcionan como evidencia para ejecutar una dura crítica, no solo al proyecto de "interés social", sino a una manera de entender la función arquitectónica. Nos olvidamos a veces de que el diseño del espacio tiene un poder enorme sobre nuestra cotidianidad. De sus formas dependen nuestros movimientos y posibilidades de habitar.
En ese sentido, la habitación, la "vivienda", determina las vivencias de quienes la utilizan. Y, sin duda, hay una desconexión fuerte entre lo que suponen sobre la vida quienes diseñan estas casas (todas idénticas a sí mismas, tratando de usar la menor cantidad posible de material y los materiales menos costosos) y las necesidades reales de las personas que se ven en la necesidad de comprarlas y rentarlas.
Esa misma distancia entre las viviendas como objeto y los usuarios es lo que las vuelve tan enigmáticas. Su falta de "usabilidad" recuerda a las cualidades de muchas obras de arte que están ahí para romper el paisaje de lo cotidiano, para cuestionarlo, pero no para ser habitadas o para facilitar la navegabilidad de la existencia.
"Alta densidad", la serie de Taboada, toca con cuidado los dos lados. El fotógrafo de arquitectura llama acertadamente a estos conjuntos "paraísos siniestros". Como explica (según este artículo de la revista WIRED):
Por un lado veo la belleza de esta arquitectura: los paisajes monocromáticos, las formas fractales… Pero luego creo que hay personas que viven allí y que están sufriendo las consecuencias de la despersonalización de la vivienda. Las grandes empresas de construcción, sin las regulaciones adecuadas del gobierno, construyeron parques pequeños o inexistentes y áreas de recreación. Estos son cubos pequeños y concretos, muy caluroso en el verano, y sin patios traseros. Los llamo paraísos siniestros.
Tal vez nuestros gobiernos podrían empezar a imitar las formas del paisaje que el concreto está fragmentando.