En un planeta donde impera la lógica y las ciencias poco intuitivas, Remedios Varo fue una revelación. Una mente atestada de símbolos, azufres volátiles y de una imaginación plegada de información de carácter esotérico.
Si hay algo valioso que rescatarle a Remedios Varo (Anglés, España, 16 de diciembre de 1908 – Ciudad de México, 8 de octubre de 1963), además de su filosofía hermética en el mundo de los pinceles y el lienzo, es su aficionada inquietud por las disciplinas de orden natural, esas que unen al hombre a la tierra y reclaman su origen. Antes de erigirse como una de las pintoras surrealistas más importantes del siglo XX, Varo se perfiló como una activista en contra de las acciones fascistas del gobierno español, se introdujo al inconsciente de los surrealistas de post-guerra, se dedicó a la astronomía, a la entomología y principalmente a las ciencias ocultas y espirituales.
El pensamiento creador de Varo no se hallaba sencillamente en un trazo y un lienzo. Parte de su imaginario se encontraba en antiguos tratados de materias como música, física, aritmética, arquitectura, botánica, astrología o criptología, en la lectura de la cábala, la alquimia y el hermetismo. Su afición oscilaba entre autores rigurosos: desde Meister Eckart, Eliphas Lévi, el sufismo, Carl Jung, la geometría sagrada y el místico texto de I Ching, hasta las políticas de vida de Hermes Trismegisto. De hecho en su biblioteca personal, investigadores como Lois Parkinson hallaron títulos realmente geniales, entre ellos la obra de George Gurdjieff, Relatos de Belcebú a su nieto.
Así transmutó literatura y textos ocultos en portentosas pinturas.
Con toda esta información era difícil que Remedios Varo se negara a timonear el oceánico territorio de la escritura. Y así lo hizo. Aunque es poco común mencionar sus escritos, Varo fue una extraordinaria pensadora surrealista de su tiempo. A mediados de los años 30, y a la par que expuso su primera obra pictórica, Composición– se entregó al impredecible mundo de los cadáveres exquisitos, uno de los métodos clásicos del surrealismo para hacer valer la voluntad de la mente por medio de la escritura. En aquellos años empezaba a introducirse al grupo de surrealistas parisinos –con los que habría de reencontrarse prontamente en su exilio a México– y más tarde congeniaría con Leonora Carrington, una figura esencial en sus relaciones amistosas.
A propósito de su obra escrita, existe una serie de cartas dirigidas a personajes desconocidos, místicos y probablemente inasibles, con los que intercambiaba planes y pensamientos. En una de ellas –escrita a mano en francés y hallada en uno de sus cuadernos de dibujo–, Varo desglosa una serie de sorpresivos consejos para reconfigurar un sistema planetario en casa. Se trata de un ritual donde tienen lugar los objetos que constituyen nuestro universo; meras representaciones de la voluntad psíquica pura:
(…) Poco tiempo antes de que tuvieran lugar estos fenómenos pictóricos, me había entregado a la labor de reacomodar el sistema solar en mi mesa, tarea que es necesario realizar cada 210 días, ya que esta actividad constituye una tarea obligatoria para todos los adeptos del grupo "los observadores de la interdependencia de los objetos domésticos y su influencia sobre la vida cotidiana." Este grupo, activo desde hace mucho tiempo, ha hecho ya constataciones notables que hacen la vida más simple desde el punto de vista práctico. Por ejemplo: muevo un bote de pintura color verde unos cinco centímetros hacia la derecha, clavo una chinche junto a un peine y, si el señor A… (adepto que trabaja en coordinación conmigo) pone en ese mismo momento su libro sobre apicultura al lado de un patrón para cortar un chaleco, entonces estoy seguro de que se dará, en la avenida Madero, el encuentro con una mujer que me interesa y cuyo origen no he podido averiguar hasta ahora, así como tampoco su dirección. Hemos logrado algunas conquistas sobre la vida de cada día, como usted puede observar.
Al manipular un viejo directorio telefónico, un ramo de laurel, una chinche, un peine, un bote de pintura verde, un zapato de mujer de terciopelo violeta bordado de perlas y una moneda falsa de 5 pesos (este conjunto de objetos es mi universo instrumental, cuyo funcionamiento es concordante e interdependiente con el de los otros miembros del grupo), me permití introducir, hace poco, como novedad, un colibrí disecado y relleno de polvo magnético, todo bien ligado con un mecate como se envuelven las momias, utilizando un hilo rojo de seda. Lo hice sin prevenir a mis colegas, transgresión muy grave dentro del reglamento del grupo. Tan sólo nuestro jefe, con su larga experiencia y su alto grado de conocimientos, puede hacer una cosa así sin provocar graves consecuencias. Más aún, expresamente coloqué el bote de pintura verde bajo un rayo de luz roja que se filtraba a través del vidrio coloreado de mi ventana (¡horror complementario!) Hice todo esto, sin medir sus consecuencias (teniendo poco tiempo de haber ingresado al grupo, mi control alcanza exclusivamente a los objetos que mencioné anteriormente). Como era previsible, ciertos incidentes se han producido desde el día de mi transgresión: mi mejor camisa se ha quemado, un gran depósito de sal se ha acumulado debajo de mi cama, y al día siguiente tuvo lugar el inicio de la sorprendente transformación de mi inspiración pictórica.
Otra de sus cartas, expresa la posibilidad de que este sistema solar sea una gráfica imprescindible de lo que acontece en nuestras vidas, un recuento del imaginario proyectado en simples objetos del hogar:
(…) Después de largos años de experimentación, he llegado a poder ordenar de manera conveniente los pequeños sistemas solares del hogar, he comprendido la interdependencia de los objetos y la necesidad de colocarlos en determinada forma para evitar catástrofes, o de cambiar súbitamente su colocación para provocar hechos necesarios al bienestar común. Por ejemplo, eligiendo mi gran sillón de cuero como astro central, teniendo a su alrededor y a 50 centímetros de distancia en posición de este a oeste una mesa de madera (primitivamente, banco de carpintero y fuertemente impregnada de emociones artesanales); detrás de sillón, a dos metros y medio de distancia, el cráneo de un cocodrilo; a la izquierda del sillón, entre otros objetos, una pipa incrustada de falsos brillantes, y, a la derecha, a tres metros de distancia, un jarro verde de cerámica ordinaria; tengo un sistema solar (no entro en una descripción detallada de todo él, sería demasiado largo), que puedo mover a voluntad, conociendo de antemano los efectos que puedo producir, aunque a veces lo incalculable se produzca, provocado por la rápida trayectoria de un meteoro inesperado, a través de mi orden establecido. El meteoro no es otro que mi gato, pero poco a poco estoy llegando a dominar este factor azaroso, ya que he descubierto que, alimentando al gato exclusivamente con leche de oveja, su trayectoria no produce casi ningún efecto.
Desde luego, mis amigos se ocupan también de arreglar en forma conveniente pequeños sistemas solares en sus casas, y hemos establecido una interdependencia entre todos ellos. A veces cambiamos astros de una casa a otra y, desde luego, nunca se hace una modificación sin ponernos todos de acuerdo, pues, de otra manera, suceden cosas a veces desagradables. Debo decir que hemos llegado a realizar todo esto gracias a un larguísimo y profundo estudio de las variaciones y combinaciones matemáticas, pero sirviéndonos para ello de la capacidad natural que tiene uno de nuestros miembros para agrupar los seres y objetos según su verdadera naturaleza. El primer paso fue la fulminante revelación que nuestro amigo tuvo de que su zapato derecho, una cortina de terciopelo rojo y un trozo de ópera (que se oía en ese momento) eran exactamente equivalentes. A partir de entonces, todo fue fácil, ya que, resumiendo las cosas en grandes grupos, los trabajos matemáticos sobre variaciones y combinaciones se hacen rápidamente.
Con una imaginación, diría el alquimista, atestada de sal, mercurio y fuego, Remedios Varo ideó éstas y otras cartas más que fueron expuestas en 1994 gracias al Museo de Arte Moderno de la Ciudad de México. En estos textos Varo nos enseña que, quien sintetiza o fusiona los ingredientes de su universo con cierto ángulo intuitivo y calculador, supera incluso las capas astrales y las leyes universales del todo. Si agregamos a esto un ejemplo ilustrativo (por ejemplo su pintura Naturaleza Muerta Resucitando) como parte de una aleación multifacética de su trabajo, en suma, obtenemos una de las escasas revelaciones que nos ha otorgado la fusión de la alquimia y la magia mexicana.
Espíritus sulfúreos.
*Con material extraído desde el libro “Remedios Varo: Cartas, sueños y otros textos”, Ediciones ERA.