La diversidad mexicana se manifiesta de incontables maneras; pero particularmente suena y resuena en las 68 lenguas indígenas que se mantienen activas a lo largo de todo el país. Sin embargo, estas lenguas y sus más de 300 variantes están en peligro de extinción y juntos a ellas lentamente se esfuman 364 formas distintas de ensamblar el mundo.
Con la mirada puesta en el asunto la ONU declaró que 2019 será el Año Internacional de las Lenguas Indígenas, buscando que todos nos involucremos en diferentes niveles y magnitudes en su conservación y revitalización. Pensemos que, de alguna manera, la pérdida del enorme legado conceptual que significan las lenguas indígenas, está estrechamente ligado a la extinción de las comunidades que las pronuncian.
Tal vez no en nuestros genes o como referentes identitarios e históricos, pero cuando las comunidades desaparecen, se llevan consigo formas alternativas de organizarse, gobernarse, hacer economía, comer, sembrar, curarse y demás, que han funcionado, por lo menos, por cientos de años y que, en ese sentido, no debemos ignorar.
No está de más decir, por otro lado, que es un derecho cultural de los grupos que se consideran indígenas transmitir su lengua y en muchos casos el derecho no se está haciendo valer. Sobre todo en un país como México, donde la diversidad experimenta su cara más oscura: la profunda discriminación, que se manifiesta en distintos niveles.
En un nivel institucional, porque la educación estatal hasta ahora pretendía "alfabetizar" siempre en español; en un nivel más cotidiano, porque son muchos los sujetos que molestan y excluyen a otros por su lengua. Es una cosa francamente extraña, cuando se pone sobre la mesa, pero nuestras visiones continúan celebrando a los sujetos bilingües que hablan inglés y otras lenguas occidentales y simultáneamente desdeñando las ganas de aprender y pronunciar lenguas locales.
Tiene sentido si se trata de números: solo el 6% de la población mundial constituye eso que llamamos "pueblos indígenas", según el Foro Permanente de las Cuestiones Indígenas de la ONU. Eso quiere decir que es mucho más probable comunicarse en gran escala hablando español o inglés, por ejemplo.
Sin embargo, hay otra forma de leer este asunto. Desde cierta perspectiva, parece más adecuado saber inglés que triqui, pero ¿será porque los esquemas conceptuales de las culturas que se hablan en inglés, se parecen mucho a las que se hablan en español? Así, al desdeñar el triqui, también mantenemos nuestras identidades estables, seguras, parecidas a sí mismas. Es un poco como dejar que Spotify nos recomiende música, basados en lo que ya nos gusta consumir, de manera que siempre estamos contentos, pero nunca conocemos nada diferente.
Pero en triqui, igual que en zapoteco, mixteco, náhuatl, maya y chontal, la lengua nos podría llevar por caminos muy distintos a los conocidos, hacernos pensar en los objetos que tenemos alrededor de formas que simplemente somos incapaces de sospechar. ¿A poco no vale la pena el riesgo? Claro que esa experiencia sería imposible si todas estas palabras y formas de construir mundo se pierden.
En México hay 7 millones de personas hablando alguna lengua indígena. Las más sonadas son el náhuatl, el maya, el tzeltal, el mixteco, el tsotsil, el zapoteco, el otomí, el totonaco, el chol y el mazateco, pero incluso entre ellas se mezclan, encuentran y reforman, de ahí la enorme cantidad de variaciones.
Urge empezar a pensar en esas comunidades de hablantes; en todos los sujetos que vienen después de ellos a habitar estos territorios lingüísticos, y en uno mismo, en las posibilidades que quieres tener a la mano.
¿Qué se puede hacer de forma inmediata? Lo más importante es no discriminar a quien habla una lengua ajena a la propia. Tratar de aprender lenguas nuevas es otro acto muy rico. Además, involucrarse en esta enorme celebración, que durará todo 2019, convocando y asistiendo a eventos comunitarios e institucionales.
La conversación sobre las lenguas indígenas es una que tendremos muy presente, así que quédate atento.
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*Imágenes: David Alan Harvey.